“Si los seres humanos dejan un día de poder
soportar la monotonía y la vulgaridad de la existencia, toda experiencia
extrema se convertirá entonces en un motivo de suicidio.”
En
las cimas de la desesperación, Emile Ciorán.
El
pomo de la puerta cede inmediatamente después de meter la llave en la
cerradura. El hombre entra con su portafolio bajo el brazo, se limpia los pies
en una pequeña jerga café, se quita la boina negra, la bufanda y el saco y los
cuelga en el perchero. Se quita los lentes empañados por el frío invernal, les
exhala y los limpia con la orilla de la camisa. La casa se halla en total
penumbra, hasta que sube el interruptor, que llena la estancia de luz. El silencio
lo recibe como todas las noches y la pasividad se instala en su cabeza.
Sobre
la mesa hay un mensaje de Beatriz. Le dice que fue a la presentación del libro
de Sofía y que volvería tarde. También anunciaba que no había hecho nada de
comer, mas había pan y jamón en la despensa. Entra a la cocina y se prepara un
sándwich acompañándolo con un vaso de leche, come en la cocina viendo un
programa de comedia que no logra sacarle una sola sonrisa. Cabecea un par de
veces, por lo que cuando el programa termina se echa a dormir. Sus sueños son visiones
de condenas, de lugares grisáceos y alas desplumadas; de gestos contenidos,
flores muertas y climas exasperantes; una visión aciaga, entonces, pero
especial. El entendimiento de la desesperación en su máxima expresión: la
desesperación de la inmovilidad perpetua. Todo un cosmos abierto y cerrado,
detenido en eternos instantes que transitan (sin moverse) al mismo tiempo, en
el pasado, presente y futuro y sin embargo, no son nunca ninguno. Y entonces:
Angustia, nada más.
Despierta
exhausto, unas horas después. La revelación fue abrumadora y determinante. Ruido
de acordes disonantes, provenientes de alguna sima interior, se escuchan distantes.
De pronto, la necesidad de poner música. Wagner, quizás. No, mejor Schumann;
si, sería Schumann, pero furtivamente, extendiéndose suave como una ola, Mozart
asoma: definitivamente Mozart. Después de todo, nada es mejor para un funeral
(él no expresa ni entiende que es un funeral; pero lo sabe, inexplicablemente,
pero lo sabe).
El
disco comienza a reproducirse. El hombre se sienta en el sillón de tela café,
qué cómodo se siente, como nunca, qué placer. La música comienza. El réquiem da
inicio.
Introitus.
La habitación se llena de lirismo, de armonía. Un aura divina se expande en el
pecho. Adentro, comienza a gotear; una gota a la vez, sin prisas, pero sin
pausas. Él cierra los ojos sin apretar los párpados y cierra la boca sin
apretar los labios. Sus brazos reposan a los lados del sillón, sin oponer
fuerza. Qué sencillo sería. Kyrie, Dies irae. Una fuerza extranormal surge del
reproductor. Sensación intensa de llenura, de estar completo. Rex, Offertorium.
La música sigue, imparable. Abarca todo, no deja un solo rincón sin dominar;
todo lo toca con su pétalo delicado y puntiagudo. Sus manos se cierran en las
braceras del sillón, aprieta fuertemente el puño, los dedos tiemblan. Y la
gotera ha llenado al hombre por completo; lo ha rebosado tanto que debe
expulsar agua por los ojos. Gruesas lágrimas nacen y se deslizan por su rostro,
mojando sus mejillas, su nariz y su boca. Sanctus. La marea sube en su
interior. El lago diáfano y calmo se vuelve caudaloso; grandes olas rompen en
la sienes. Le rompen la quijada con un golpe de su mano. Él grita, pues el
dolor es grande, pero ríe, porque todo comienza a tener sentido. Todos esos
años, perdidos, olvidados, anulados por este instante de plenitud, de lucidez
extrema. Agnus dei. El hombre, entre pataleos extáticos, se incorpora
violentamente. Camina, corre hacia la cocina. La luz se ha vuelto tan intensa
que lo ciega, lo perturba. Todo parece tan grande, dios mio, tan
insoportablemente grande. Llega a la cocina y abre un cajón: cucharas,
tenedores, cuchillos. Filosos cuchillos con lomos plateados donde el rostro del
hombre se refleja exacto, impoluto. Si, con esto será. Vuelve al sillón,
tambaleándose, transpirando, llorando toda el agua que lo rebosa por dentro, la
misma que lo hace resbalar. Los focos ya tampoco contienen el agua de la luz,
todo se llena de un brillo intenso, se derrama como cera por los objetos, por
su cuerpo, por la casa, haciendo flotar todo en un caudal dorado donde las
sombras no tienen cabida, donde la oscuridad se anula por completo. Lux
Aeterna. La música es un orgasmo de armonía, una potencia sublime que abre todo
por completo y desentraña las virtudes, los fracasos, los amores, las pérdidas,
las decepciones: Todo se oblitera con las notas precisas del réquiem. Una
experiencia extrema tan sencilla que nunca vio, que nunca supo apreciar por la
concepción monótona que tenía de la vida. Ahora esto parece una excelente razón
para morir. ¿Qué instante más hermoso para abandonar todo que este? ¿no
cualquiera daría lo que fuera por que el final llegara en un momento de éxtasis
precioso donde nada importa ni nada duele, donde solo la música es necesaria? Y
luego de esto ¿para qué volver a lo cotidiano, para qué seguir viviendo?; ¡esto
es hermoso, es celestial: No se diga más: Aquí, ahora, ya!: El cuchillo entra
perfectamente. La carne se abre para dejarlo entrar, como los mares; ni
siquiera duele, no se siente nada. Se amolda al cuerpo como si fuera una
extremidad más. Es una extensión del brazo, solo eso. El hombre llora, llora
mucho. Y al mismo tiempo ríe y su corazón late fuertemente, va a explotar
parece. La sangre fluye, liberándose. También ella necesitaba salir, respirar.
Mancha todo, el sillón, el suelo, la mano, el cuchillo, nada queda sin teñirse
de rojo, que lindo se ve. El caudal de agualuz se vuelve vino que lo embriaga
en su agonía. Al compás de la última nota, el hombre cae, preparado para el
descanso, consumido en ese estremecimiento último y extremo. Su carne abierta
ya no exhala. Su sangre fluye sin pausas. El silencio escucha la última
inhalación.
:O y esto tiene tu nombre por todos lados y tu personalidad antes de mí :P jaja aguas con el ego, no lo vaya uste' a romper !!! Jajaja te amo <3
ResponderBorrarCon el ego no creo que se pueda escribir. :) Te amo!
Borrarjajajaja lo decía por mí, no por usted Mr.
ResponderBorrarAh, ya entendí... ;) te amo
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