Como
todos saben, Carlos Fuentes murió el 2012 a causa de una hemorragia interna,
dejando un gran vacío en el panorama de las letras mexicanas. El autor de
clásicos como La muerte de Artemio Cruz (uno de mis libros favoritos), o el
clásico La región más transparente, dejó su pluma para siempre sola.
Uno
podría pensar que cuando un escritor muere, solo nos queda el legado que dejó
tras de sí. La sensación un poco de vacío, al pensar que jamás volverás a leer
algo nuevo suyo te asalta. Sin embargo, este no fue el caso. Afortunadamente,
Fuentes dejó aún alguna novedad para seguir disfrutándolo más allá de las
siempre placenteras relecturas de sus libros previos. Ese es el caso del
protagonista de la entrada de hoy (y el último libro del año): Federico en su
balcón, última obra del autor mexicano, publicado luego de su muerte. Una
novela tan atemporal y tan poderosa en la historia que cuenta, reflejando el
devenir de la cómica tragedia humana en la que reina la filosofía proclamada por
Nietszche: El Eterno Retorno: Todo vuelve.
Desde
sus balcones en el hotel Metropol, dos personajes conversan. Son nada menos que
Federico Nietzsche, reencarnado, y otro personaje que en un momento dado se
revela como Carlos Fuentes, aunque pudiendo ser cualquiera. Reflexionan acerca
del poder, la lealtad, el amor, la responsabilidad y el control, mientras se
cuentan fragmentos de una misma historia, en la que narran el inicio, el
ascenso y la debacle de una revolución, liderada, en principio, por 3 amigos,
llamados Saúl, Dante y Aarón, quienes toman las riendas contra un gobierno
corrupto, represor, instalado en una “Dictadura perfecta” (cualquier parecido
con la realidad política de México es totalmente intencional). La historia dura
lo que dura el libro y más allá: Cuando ambos personajes dejen de conversar y
vuelvan al interior de sus habitaciones de hotel, la historia volverá a
comenzar.
Federico
en su balcón esconde a plena luz una poderosa mexicanidad, que al mismo tiempo se
siente como un testamento definitivo, en donde critica y utiliza el ambiente,
la historia y la idiosincrasia de México, para ponerla en una anécdota que
contiene temas tan controversiales como el poder y que resulta universal, pues
es un ejercicio de reflexión del devenir humano social y político. La novela está
dividida en 4 partes, cada una titulada con una corta frase del himno nacional
mexicano. La selección de las frases podría decirse que se vincula con la
fuerza o con el acento donde está puesto la evolución de la historia en ese
apartado. La prosa de Fuentes es pesada por momentos, pero lúcida y bella, y la
anécdota oscila, como ya apunté en la sinopsis, entre dos niveles de relato: La
conversación entre Nietzsche y Fuentes (otro), primero, que es de donde parten
la historia y las reflexiones que mueven lo que se cuenta; el segundo, la
historia propiamente dicha de la revolución, desde su gestación hasta sus
últimas consecuencias. Estas dos líneas narrativas se complementan e ilustran
de una manera precisa, y no otorgan concesiones de tregua o sentimentalismo
barato, ni en sus dilucidaciones ni en su tratamiento.
A
medida que la novela avanza todo se vuelve más oscuro, más irónico, más amargo.
El desfile de personajes y los conflictos que sobre ellos caen, se vuelven más
pesados conforme las páginas pasan. Llega un momento en el que ninguna salida
se ve fiable e incluso parece que no hay salida. Todos los eventos están
calculados para mostrar que la experiencia humana se basa en la repetición,
como apunta Nietzsche en su concepto del Eterno Retorno. De hecho, todo el
libro es muy “nietzscheano” (perdonen la palabra, señores académicos); no solo
el filósofo ocupa el protagonismo de la novela, sino también su pensamiento. En
la revuelta armada, en sus líderes, Saúl, Aarón y Dante, en sus opositores y en
los participantes, se encarnan las características inconfundibles del método
del pensador alemán; ahí se encuentran su dureza, su tenacidad, su calamidad,
su amoralidad, su elitismo, su ironía punzante; su visión donde no hay dioses,
ni moral que no sea una opresión y una venda en el corazón, los ojos y el
intelecto. Cuando el lector se percata de que la historia no ha mejorado y que
no lo hará en lo que resta del libro, llega a ese punto en el que anticipa el
final. Sin embargo, esto no importa mucho… porque todo se repite y lo seguirá
haciendo eternamente: Eterno. Retorno. Eterno. Retorno. Todo vive una vez y
muchas. Todo se va, pero regresa.
Federico
en su balcón es una poderosa, y al mismo tiempo discreta historia acerca de la
espiral que es la historia humana; y nada mejor para ejemplificarlo que un
proceso social tan violento e interesante, que halla su causa y finalidad en la
destrucción de la verdad que gobierna, para cambiarla: una revolución. En este
libro se representa claramente aquella frase acuñada por el mismo Carlos
Fuentes, que reza así: “Las revoluciones las hacen hombres de carne y hueso y
no los santos, y todas terminan por crear una nueva casta privilegiada”; Federico
en su balcón, con sus ojos de duda, mira la revuelta que (no) ocurre por debajo
de él, mientras corrobora aquella frase que dicta que se muere siendo un héroe,
o se vive lo suficiente para convertirse en el villano. Un libro que no se
pueden perder.
Muchas gracias por leer. Hoy y todo el año. Saludos.
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