A
un año de haber presentado la primera parte de su trilogía épica basada en la
novela de Tolkien El Hobbit, Peter Jackson vuelve a la carga con la segunda
parte titulada El Hobbit: La desolación de Smaug, que, sin duda, es mejor que
su predecesora. Esta se siente más segura de sí misma y logra mantener
interesada a su audiencia al lograr muy buenas secuencias de acción y emoción.
Sin embargo, sus virtudes son, al mismo tiempo, sus defectos.
Esta
secuela continúa el viaje emprendido por el hobbit Bilbo Bolsón y los 13 enanos
liderados por Thorin Escudo de Roble, heredero al trono del reino de Erebor, para
retomar su imperio perdido. En su camino tendrán que hacer frente a varias
amenazas y contratiempos que los desvían de su viaje, incluyendo a Smaug, el
temible dragón que acecha dormido en el reino bajo la montaña.
El
Hobbit: La desolación de Smaug, es, como ya apunto en el párrafo inicial, mejor
que su antecesora. Es mejor en las escenas de acción, que resultan divertidas,
fluidas e impecablemente dirigidas. Una secuencia que tiene lugar durante una
persecución en un río es un gran ejemplo de ello: Las batallas están muy bien
coreografiadas. Es mejor en el tratamiento de sus personajes; ahora si se puede
conectar más con ellos, interesarse de verdad por su empresa, y temerles, en el
caso de los villanos. Hasta hay un conato de historia de amor, que queda poco
desarrollada y por momentos hasta se siente improbable. Al querer darles más profundidad
y protagonismo a los personajes secundarios, también los metieron en tramas que
parecen callejones que no llevan a ninguna parte, sin embargo, qué diablos, se
entiende lo que quisieron hacer. Eso no es justificación para defenderlo, pero
vamos: esto es un blockbuster y hay que entenderlo como tal.
También
es mejor en cuanto a ritmo, pues esta segunda parte sostiene muy bien su trama
llevándola amena y entretenida por las tres horas de duración de la cinta, que
no se sienten pasar. A pesar de ello, y si se está atento, en esto mismo se
nota el principal aspecto negativo del que sufre la historia: Está demasiado
estirada. Se notan las situaciones de relleno; la tranquilidad narrativa, en
una gran cantidad de veces, no es para profundizar en los temas, sino que es un
recurso para llenar las tres horas. Y es entendible, un texto que apenas llega
a las 300 hojas no da para nueve horas de metraje dividido en 3 partes. Salí de
la función preguntándome qué obsesión tiene Peter Jackson por tratar de hacer
que sus filmes duren tanto y por darle a esta nueva trilogía el mismo
tratamiento que le dio al Señor de los anillos (esa sí, una obra monumental).
Por
otra parte, los efectos especiales son tanto maravillosos como excesivos; el
uso y abuso del CGI tiene muchos momentos de poca efectividad narrativa y
molestia visual. La saturación de pantallas verdes es notable en muchas
secuencias. Por otra parte, los prodigios que permite tienen su clímax en la
criatura que le da título a la película: el dragón Smaug. Su grande y
estilizada figura se mueve pesada y ágil a partes iguales. El diseño es
impecable, temible, y más al adherirle la profunda voz del actor Benedict
Cumberbatch, que lo dota de una personalidad imponente. A pesar de sus deficiencias
como personaje y las incoherencias que presenta, Smaug se roba el último tramo
de la película.
En
conclusión, El Hobbit: La desolación de Smaug, es un entretenido blockbuster
que adolece de sus virtudes y viceversa. Si uno entra a la sala dispuesto a ver
una buena aventura épica, ligera en su ostentosidad, no solo saldrá nada
defraudado, sino hasta emocionado por el cliffhanger final que promete una
tercera parte emocionante y plagada de acción. Peter Jackson conoce este
universo: y se nota.
Título: El Hobbit: La
desolación de Smaug (The Hobbit: Desolation of Smaug)
Dirección: Peter Jackson
País: Estados Unidos
Año: 2013
Reparto: Martin
Freeman, Ian McKellen, Ian Holm, Christopher
Lee,Mikael
Persbrandt, Sylvester McCoy
Duración: 161 min
MUY BUENOS ARGUMENTOS CHARS
ResponderBorrarQue bien que te agradó! Saludos
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