jueves, 16 de enero de 2014

De qué va la película/X: El lobo de Wall Street


Por fin llega a cines la nueva película de Martin Scorsese, El lobo de Wall Street, una obra de 3 horas de duración, basada en el libro homónimo que cuenta la historia del ascenso y caída de Jordan Belfort, un corredor de bolsa inescrupuloso, inmoral y carente de principios, que no le importa estafar a los clientes que le hablan esperanzados detrás de la línea con tal de llevarse un buen pedazo de comisión. Esta historia, aunada a una gran actuación de Leonardo DiCaprio y una dirección de altos vuelos, se presenta como un gran filme del realizador neoyorquino.



El lobo de Wall Street es una obra cínica, descarada; es la única forma de contar el devenir del protagonista, un personaje cuyos principios y valores murieron aplastados por el dinero. DiCaprio entrega una actuación impecable, llena de matices; presenta a su Jordan Belfort como el personaje inestable que es, entregado a los excesos de las drogas, el sexo y la incorrección moral y política. Por momentos su actuación es tan creíble, que no parece ser tal: ¿no hay nada de DiCaprio en Jordan o viceversa? Los límites se desdibujan cuando dota su actuación de gestos propios, de una forma de hablar particular, por ejemplo. Un reconocimiento a Leonardo por su trabajo se antoja totalmente merecido e inevitable.

Un punto me parece importante resaltar para la comprensión del personaje: Belfort es un clase mediero con dinero. Su forma de comportarse está más cercana a la desmesura propia de una persona de clase media, nivel socioeconómico siempre aspiracional, que de pronto se ve con la posibilidad de acostarse con una modelo en una cama repleta de fajos de billetes. Era previsible su forma de actuar, de alguna manera. De ahí su concepción del dinero como el que te otorga “una mejor vida, una mejor mujer, mejores autos” e incluso te vuelve “mejor persona” porque puedes hacer obras de caridad. En sus modos hay derroche inconsciente, de ese que actúa por mero placer dionisiaco, vanidoso, ególatra. De ahí viene su desprecio hacia lo pobre; dice en algún momento del filme, ante la mirada atenta e idolátrica de sus empleados: “No hay nada noble en la pobreza. He estado en la pobreza y en la riqueza y siempre he elegido la riqueza”. Su ego clase mediero lo traiciona más de una vez, y también lo salva; Jordan Belfort es una persona que sabe sacar provecho de las situaciones y de las personas. Salva su pellejo en incontables ocasiones porque estuvo en el lugar adecuado a la hora adecuada y, de alguna forma, actuó adecuadamente. Su inteligencia y actitud emprendedora, que parece no tener miedo a nada, lo lleva a ser el gran magnate que es. Su cinismo es épico, su determinación incansable. Un personaje tan detestable como hipnótico.

Tampoco se puede omitir la implícita “crítica” (las comillas valen) al mundo financiero que representa Wall Street, al discurso económico y el modo de vida norteamericano, en tono de humor negro e ironía punzante; se cree tan firmemente en la “libertad” y la “actitud emprendedora”, y se les deja tan libres, que cualquier vendedor ponzoñoso como Belfort (o sus asociados) puede amasar una fortuna con el dinero de otras personas, crear una casa de bolsa fraudulenta y libertina como Stratton Oakmont y huir campante una y otra vez de todos los mecanismos judiciales y preventivos. En cierta escena, Jordan dice: “¡Stratton Oakmont es América!” Es decir, ¿América (Estados Unidos) es corrupta, amoral, poco ética y funciona a partir de mentiras? La ironía, aunque pequeña, es inevitable y efectiva.

La película cuenta con una duración de poco más de 3 horas, extensión justificable pero que no impide que uno como espectador se canse en determinados pasajes. Además, varios puntos de tensión pueden ser interpretados como el climax final, sin embargo, cuando se develan como solo un cambio de trama y la película continúa, fluida y pausada en su frenético montaje, se puede hacer la pregunta interna: ¿esta película jamás terminará o qué? No obstante esto, al final del metraje el sabor de boca es grato, muy grato. Eso es también gracias al gran trabajo histriónico de todos los involucrados, pero con mención especial para Jonah Hill, inquietantemente cómodo en su papel del psicótico socio de Jordan. Asimismo, la selección del soundtrack es impecable.

En conclusión, El lobo de Wall Street es una cínica película que está hecha estupendamente. No diré algo tan debatible como que es de lo mejor de Scorsese, eso tal vez sería decir mucho, pero definitivamente es una de sus grandes obras recientes, vale cada minuto invertido (y vaya preparado, invertirá muchos); El destino del protagonista es quizás predecible, pero lo emocionante (lo desquiciado, lo miserable, lo raro) es el camino. El camino del lobo.


Título original: The Wolf of Wall Street
Director: Martin Scorsese
Año: 2013
País: Estados Unidos
Reparto: Leonardo DiCaprio, Jonah Hll, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Jyle Chandler, Rob Reiner

Gracias por leer, no se la pierdan. No olviden darle like a la critica y compartirla si les gustó. Nos leemos. 


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