miércoles, 31 de julio de 2013

De textos y algo más/II: Los Acapulco Kids


…Unicef califica ya a Acapulco como la ciudad mexicana número uno en lo que a prostitución infantil se refiere. Ha desbancado a Cancún y a Tijuana.

De esta forma revela al estado de Acapulco el reportaje que les traigo esta semana. Ya la vez pasada, en esta misma sección de Textos y algo más, les compartía el reportaje Esclavas de la calle Sullivan (que pueden checar en la parte derecha del blog), también acerca de la prostitución. Esta ocasión pretendía poner algo acerca de otro tema, pero en mi búsqueda de textos periodísticos, cortometrajes o de otras cosas de interés, me topé con este otro texto, que simplemente no podía dejar pasar.



Siguiendo la misma línea de aquel primer reportaje, ahora les comparto un texto del periodista Alejandro Almazán, publicado en la revista Spleen Journal. En él, nos da cuenta del nido de prostitución infantil que se ha vuelto el estado de Acapulco, las condiciones deplorables en que operan los padrotes de niños de entre 5 y 18 años, que se rentan a cambio de dinero o incluso comida; también, transcribe las conversaciones que sostuvo con algunos de los afectados. Terribles declaraciones de niños de 9 años, que hablan sobre golpizas, asesinatos, drogas y sexo, como si estuvieran hablando del clima. Resulta inaudito pensar que esa realidad es la que viven a diario. Una realidad decadente, donde extranjeros pagan por acostarse con niñas o niños, y donde algunos hoteles tienen un paquete especial, en el cual, el precio de la habitación incluye un niño. Todos estos espeluznantes datos y más, podrán encontrar en este brillante producto periodístico, que vale la pena leer, a pesar de lo fuerte del tema.

A continuación, un fragmento:

“[…] En las callejuelas del centro, esas que suben dolorosamente hacia el cielo, está el bar Venus. Es una construcción vieja de dos pisos, pintada de mala gana. Es de un naranja parecido con el que Van Gogh pintó el melancólico cuadro The Old Tower in the Fields. La desvencijada puerta es azul, como si quien la cruzara fuera directo al paraíso. Pero no: los ventiladores giran sin énfasis, hay mesitas de lámina extenuada y los clientes son una bola de infelices a los que sólo les queda emborracharse para combatir el calor y la tristeza. Quizá lo más deprimente sea la pista donde bailan las mujeres de vientres poderosos: es una enorme ostra de concreto que arroja luces rojas y verdes. Todo aquello parece sacado de las películas o de los cómics de Alejandro Jodorowsky. 

Mía bailaba en el tubo como una boa adormecida mientras de la rocola salía la voz de Noelia con eso de “tú, mi locura, tú, me atas a tu cuerpo, no me dejas ir”.

Mía, que en realidad se llamaba Ariadna, había cumplido los 14 años el 3 de septiembre pasado y estaba orgullosa de su edad porque eso le ayudaba a que los clientes se pelearan por ella.
Intentó sentarse en mis piernas y la mandé a la silla.

—¿Qué, eres joto? –preguntó con un hablar pastoso. Ya estaba algo ebria.
—No, pero tienes la edad de mi sobrina – y Mía me miró como si me hubiera vuelto loco. Luego, ordenó una cerveza mientras enumeró sus reglas:
—Me tienes que dar 40 pesos por estar aquí contigo; con eso ya pagas mi cerveza. Si quieres algo más, allá atrás hay cuartos. Cuestan 100 pesos y yo te cobro 200. Si quieres que te la chupe, son 100 más.
—A mí sólo me gusta platicar, soy reportero.
—Bueno, dame los 40 y platicamos.

Al sacar el dinero la miré bien: los ojos, de negro intenso, casi se perdían en la cara; estaba maquillada como los muertos, tenía papada, los pechos apenas le estaban creciendo y su cuerpo rechoncho era de un irreparable color cobrizo.

Pagué. Entonces Mía me contó que ese nombre se lo puso ahí un viejo, amigo de la patrona. A ella se le hacía muy estúpido, pero debía aguantarse. “Yo hubiera escogido un nombre como Esmeralda o algo así”. Era de Tierra Caliente, pero había llegado a Acapulco hace medio año para trabajar en un Oxxo, pero cuando le dijeron que en el Venus podía ganar 800 pesos al día mandó al diablo la idea de ser una cajera vestida con uniforme rojo con amarillo. “Ahí en el Oxxo iba a ganar como 50 pesos y a mí me gusta comprarme ropa”. Su mamá no sabe a qué se dedica y, si lo supiera, no le preocupa: “Porque yo la mantengo a ella, a mi abuelita y a dos sobrinos; como mi papá se fue a California y nunca regresó, necesitamos el dinero”.

Prostituirse no le quita el sueño. “En mi pueblo venden a las mujeres desde chiquillas, con eso pagan la tele que compran o las cervezas que no pagaron”. También dijo que le gustaría probar las drogas y que un día quiere ser actriz de telenovelas.

No habló más porque un gordo, al que le faltaban varios dientes y andaba todo andrajoso, la llamó con la mano en la cartera para que se sentara con él. Se bebieron una caguama como si ambos desfallecieran de sed. Luego, cuando en la ostra gigante bailaba una mujer que parecía haber ido con un carnicero a que le hiciese la cesárea, el tipo se llevó a Mía. Fueron a los cuartos. […]”

Si es como dice Saramago: “Yo no soy pesimista, lo que pasa es que este mundo está pésimo…”. ¿No creen?
Ahora el link del reportaje completo. No tiene desperdicio. Saludos. 


C´est fini.

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