jueves, 19 de junio de 2014

De textos y algo más/IV: De lo efímero


Lo efímero invade todos los ámbitos: los objetos, el pensamiento, la cultura. La sociedad actual se ha entregado a una visión hedonista, y el placer ocupa un papel central en la vida cotidiana; placer efímero que busca la satisfacción más inmediata de sus pulsiones.

En la era actual, producto del proceso de globalización, donde el gusto se ha homogeneizado y los productos culturales de la cultura pop reúnen a todos aquellos que se exponen a su influencia bajo los mismos referentes discursivos, los epicentros se han difuminado, disminuyen poco a poco los privilegios aristocráticos de los que tanto hablaba Nietzsche. Todas las clases son arrastradas por la ebriedad del cambio y las fiebres del momento. Una nueva generación de sociedades burocráticas y democráticas, de signo ligero y frívolo han hecho su aparición; ya no imposición coercitiva de las masas, sino socialización por la selección. Ya no revolución, sino entusiasmo de los sentidos. Ya no solemnidad ideológica, sino comunicación publicitaria. 

"Campbell´s soup cans" Andy Warhol, 1962

Ya los teóricos han denunciado, en un exceso crítico, la hegemonía alienante de la moda. El devenir moda de nuestras sociedades se identifica con la institucionalización del consumo, el fomento de necesidades artificiales y la normalización e hipercontrol de la vida privada. La sociedad de consumo supone programación de lo cotidiano; manipula la vida individual, diviéndola en segmentos. Todo se transforma en artificio e ilusión al servicio del beneficio capitalista y de las clases dominantes.

Se puede caracterizar a la “sociedad de consumo” bajo diferentes aspectos: elevación del nivel de vida, abundancia de servicios y artículos, culto a los objetos y a la diversión, moral hedonista y materialista, etc. Sin embargo, lo que la define es la generalización del proceso de la moda, se impone en la sociedad el hambre constante de la renovación, por la necesidad de una excitación perpetua que requiere de nuevos estímulos para producirse.

Esto no requiere constatación teórica, se puede ver fácilmente. Apenas salió un modelo de cierto producto y un año después sale una nueva versión con una pequeña mejora o adición. Solo “lo de moda” hay que adquirir; la sociedad vive en la neofilia. Los productos del mercado están hechos para no durar; al mismo tiempo, la industria no da tregua en sus nuevos lanzamientos y ha abrazado, también, la forma de producción efímera, pasajera, de moda. Se ha vuelto prácticamente una ley: una firma que no crea regularmente nuevos modelos, pierde fuerza de penetración en el mercado y debilita su sello de caducidad en una sociedad donde la opinión espontánea es que lo nuevo es superior a lo viejo. Nuestro sistema económico es arrastrado a una espiral en la que reina la innovación y la caducidad se acelera.

Dentro de este marco de frivolidad evolucionada, el diseño se ha convertido en parte integrante de la concepción de los productos; la industria ha adoptado la perspectiva de la elegancia y la seducción. La apariencia de los productos y su renovación estilística ocupan siempre un lugar determinante en la producción industrial, asi como también su presentación es determinante para sus buenas ventas. Cada vez más los pequeños objetos dejan atrás su carácter austero y se vuelven alegres, cambiantes, lúdicos; todo parece embriagado de apariencia.

No obstante, es interesante mencionar que cuanto más se acrecienta la complejidad técnica, más se depura y se torna sobrio el aspecto exterior de los objetos. La sofisticación de las cosas ha sido sustituida por un superfuncionalismo de alta tecnología. La moda se ve más en el lujo de la precisión, de la técnica, del buen funcionamiento; formas adaptadas a las funciones.

"Visioni simultanee" Umberto Boccioni, 1911


La Cultura del Espectáculo domina la escena mundial. En nuestra sociedad mediática, las imágenes certifican la realidad. Si no hay imágenes, nada ha sucedido y nada conmueve. Google y su paraíso icónico que despliega miles de imágenes por búsqueda, las noticias acompañadas de video, ilustraciones en los libros, espectaculares publicitarios erigiéndose en cada esquina de la ciudad.

Este endiosamiento de la moda engendra la disgregación de los vínculos sociales. Despersonaliza en su afán homogeneizador y pulveriza las diferencias “tradicionales”, fundamentándolas ahora en sus propias reglas. Ahora las diferencias se miden con respecto a que generación de teléfono se usa o qué navegador se tiene. Las relaciones sociales, así, pasan a ser  segmentarias, flexibles y adaptadas al gusto de la moda. Lo efímero ha invadido, también, la esfera de la vida asociativa. Ya no se quiere la comunicación personal ni el apego a las “reglas”, ni siquiera las físicas; se habla cuando se quiere, donde se quiere. Ya no hay redes de personas; hay muchos yos.  

"Golconda" René Magritte, 1953



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