Lo
efímero invade todos los ámbitos: los objetos, el pensamiento, la cultura. La
sociedad actual se ha entregado a una visión hedonista, y el placer ocupa un
papel central en la vida cotidiana; placer efímero que busca la satisfacción
más inmediata de sus pulsiones.
En
la era actual, producto del proceso de globalización, donde el gusto se ha
homogeneizado y los productos culturales de la cultura pop reúnen a todos
aquellos que se exponen a su influencia bajo los mismos referentes discursivos,
los epicentros se han difuminado, disminuyen poco a poco los privilegios
aristocráticos de los que tanto hablaba Nietzsche. Todas las clases son
arrastradas por la ebriedad del cambio y las fiebres del momento. Una nueva
generación de sociedades burocráticas y democráticas, de signo ligero y frívolo
han hecho su aparición; ya no imposición coercitiva de las masas, sino
socialización por la selección. Ya no revolución, sino entusiasmo de los
sentidos. Ya no solemnidad ideológica, sino comunicación publicitaria.
"Campbell´s soup cans" Andy Warhol, 1962 |
Ya
los teóricos han denunciado, en un exceso crítico, la hegemonía alienante de la
moda. El devenir moda de nuestras sociedades se identifica con la
institucionalización del consumo, el fomento de necesidades artificiales y la
normalización e hipercontrol de la vida privada. La sociedad de consumo supone
programación de lo cotidiano; manipula la vida individual, diviéndola en
segmentos. Todo se transforma en artificio e ilusión al servicio del beneficio
capitalista y de las clases dominantes.
Se
puede caracterizar a la “sociedad de consumo” bajo diferentes aspectos:
elevación del nivel de vida, abundancia de servicios y artículos, culto a los
objetos y a la diversión, moral hedonista y materialista, etc. Sin embargo, lo
que la define es la generalización del proceso de la moda, se impone en la
sociedad el hambre constante de la renovación, por la necesidad de una
excitación perpetua que requiere de nuevos estímulos para producirse.
Esto
no requiere constatación teórica, se puede ver fácilmente. Apenas salió un
modelo de cierto producto y un año después sale una nueva versión con una
pequeña mejora o adición. Solo “lo de moda” hay que adquirir; la sociedad vive
en la neofilia. Los productos del mercado están hechos para no durar; al mismo
tiempo, la industria no da tregua en sus nuevos lanzamientos y ha abrazado,
también, la forma de producción efímera, pasajera, de moda. Se ha vuelto
prácticamente una ley: una firma que no crea regularmente nuevos modelos,
pierde fuerza de penetración en el mercado y debilita su sello de caducidad en
una sociedad donde la opinión espontánea es que lo nuevo es superior a lo
viejo. Nuestro sistema económico es arrastrado a una espiral en la que reina la
innovación y la caducidad se acelera.
Dentro
de este marco de frivolidad evolucionada, el diseño se ha convertido en parte
integrante de la concepción de los productos; la industria ha adoptado la
perspectiva de la elegancia y la seducción. La apariencia de los productos y su
renovación estilística ocupan siempre un lugar determinante en la producción
industrial, asi como también su presentación es determinante para sus buenas
ventas. Cada vez más los pequeños objetos dejan atrás su carácter austero y se
vuelven alegres, cambiantes, lúdicos; todo parece embriagado de apariencia.
No
obstante, es interesante mencionar que cuanto más se acrecienta la complejidad
técnica, más se depura y se torna sobrio el aspecto exterior de los objetos. La
sofisticación de las cosas ha sido sustituida por un superfuncionalismo de alta
tecnología. La moda se ve más en el lujo de la precisión, de la técnica, del
buen funcionamiento; formas adaptadas a las funciones.
"Visioni simultanee" Umberto Boccioni, 1911 |
La
Cultura del Espectáculo domina la escena mundial. En nuestra sociedad
mediática, las imágenes certifican la realidad. Si no hay imágenes, nada ha
sucedido y nada conmueve. Google y su paraíso icónico que despliega miles de
imágenes por búsqueda, las noticias acompañadas de video, ilustraciones en los
libros, espectaculares publicitarios erigiéndose en cada esquina de la ciudad.
Este
endiosamiento de la moda engendra la disgregación de los vínculos sociales.
Despersonaliza en su afán homogeneizador y pulveriza las diferencias
“tradicionales”, fundamentándolas ahora en sus propias reglas. Ahora las
diferencias se miden con respecto a que generación de teléfono se usa o qué
navegador se tiene. Las relaciones sociales, así, pasan a ser segmentarias, flexibles y adaptadas al gusto
de la moda. Lo efímero ha invadido, también, la esfera de la vida asociativa.
Ya no se quiere la comunicación personal ni el apego a las “reglas”, ni
siquiera las físicas; se habla cuando se quiere, donde se quiere. Ya no hay
redes de personas; hay muchos yos.
"Golconda" René Magritte, 1953 |
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