Creo en muchas cosas. Creo por
ejemplo, que los libros son sumamente importantes en una casa, en una vida, en
una mente; como dice una frase por ahí: Una casa sin libros, es como un cuerpo
sin alma. También creo en que el cine es una síntesis maravillosa de las demás
artes, un escape fabuloso que no tiene igual. De la misma forma, creo en
contestar a un hola, en una sonrisa en el metro, en no hablar cuando no se
quiere hablar. Creo que toda persona debería primero buscar aquello que le
gusta, luego adquirir los más conocimientos que quiera y por último, hacer algo
con ellos, primero para sí mismo, después para los demás. Porque un
conocimiento que se guarda como un tesoro, no explotado, no usado, es inútil. O
al menos eso creo. Yo estudio Ciencias de la Comunicación y creo que los medios
son herramientas, no fines. Por lo tanto, deben ser usados, no admirados. Deben
ser caminos, no metas.
Yo en lo personal, considero
que la difusión del arte y la cultura (ambas palabras muy grandes, pero que me
permito usar en este momento. Después subiré algún texto con mis ideas acerca
de ellas) es un punto sumamente débil en un país como México. Me parece
oportuno pensar que los medios, justamente, pueden ser grandes aliados para
mejorar esa situación. Por lo tanto, al mismo tiempo que creo en los libros, en
la literatura, en el cine y en la difusión de estos, creo también que mi labor
como futuro profesional y como actual estudiante, es la concientización
(trillada y sentimental palabra, quizás, ya conozco la cantaleta. Pero es la
más adecuada a lo que quiero decir) usando lo que creo, lo que sé y lo que me
gusta: Las palabras y las imágenes.
Por tal motivo, en esta
ocasión les traigo un reportaje de Héctor de Mauleón, que trata un tema que sigue vigente,
del que mucho se ha hablado, pero contra el que poco se ha hecho: La
prostitución. A lo largo del siguiente reportaje, conocerán la historia de
Mónica y luego la de Matilde, un par de chicas que trabajaron como sexoservidoras en la calle de Sullivan, a
merced de hombres que, luego de convencerlas de huir con ellos al Distrito
Federal, vendiéndoles sueños de boda y de estabilidad familiar, las pusieron a
trabajar como prostitutas. A la par de ello, se dan datos acerca de la
prostitución en México, como puntos de
manejo de los padrotes, número de clientes por noche de las chicas, como entran
al mundo de la prostitución, etc. Un excelente reportaje publicado en Nexos, que vale la pena leer.
Después de este prolegómeno
idealista y con un mucho de consideraciones personales, les dejo un fragmento
del reportaje, aquí abajo. Después, el enlace al reportaje completo. Saludos.
"[...] Mónica conoció a su verdugo hace tres
años en Acayucan, Veracruz. Mientras esperaba a su cuñada a las puertas de una
tienda de abarrotes, un muchacho moreno, con un mechón rubio pintado en el
cabello, le preguntó si sabía dónde iba a realizarse cierto baile. Se presentó
como Jorge. Le dijo que tenía 26 años, que era originario de Puebla, que
estudiaba “psicopedagogía educativa”. Platicaron un buen rato. Ella le contó
que estaba por cumplir 20, que vivía con una tía, que cursaba la preparatoria
bajo el sistema abierto y trabajaba con un ingeniero como empleada doméstica.
Cambiaron teléfonos. Jorge le llamó ocho días después, “sólo para saludarte”.
No hizo intento alguno de invitarla a salir. A lo largo de varias semanas sólo
mantuvieron comunicación por teléfono y, cuando ella tenía saldo, a través de
mensajes de texto.
“Me gustaste desde que te vi, eres bonita”, le escribió Jorge una noche.
—Todo fue rápido —recuerda Mónica—. Él era hábil para convencer.
En la primera cita le propuso que fuera su novia. “Yo creí en sus palabras y me dejé llevar”. Fue un noviazgo a distancia, porque Jorge alegaba constantes viajes de trabajo; sin embargo, siempre se mostraba al pendiente de ella, dispuesto a escucharla y ofrecerle consejos. Reapareció una tarde, y la invitó a tomar un refresco.
—Ya tengo casa, voy a tener carro, quiero casarme contigo —le dijo.
Mónica le había contado que tenía problemas con su tía y algunas presiones en el trabajo: su patrón la obligaba a salir cada vez más tarde, no le quedaba tiempo para hacer la tarea. De ese modo la enganchó:
—Olvídate de tu patrón. Vámonos juntos a México. Allá podemos trabajar, formar una familia.
“No supe cómo me enredó. Me pareció emocionante iniciar otra vida. Fuimos a que me comprara una muda de ropa y tomamos el autobús”.
Apareció, tras las ventanillas, la ciudad de México. Un taxi los condujo a la calle Mariano Arista, en la colonia Guerrero. En esa calle hay un hotel, un estacionamiento, una tienda naturista, una clínica de “nariz y garganta”, un consultorio para enfermedades de los ojos, un comedor llamado “Aída” y una casa de huéspedes pintada de verde, a cuyas puertas cuelga un letrero: “Amueblado, cómodo, barato, matrimonio o persona sola. Aquí informan”.
Jorge la instaló en uno de los cuartos, y no volvió a aparecer hasta el día siguiente. “No me dijo a dónde iba. No me dijo nada. No me dejó dinero ni para comer”, recuerda Mónica.[...]
“Me gustaste desde que te vi, eres bonita”, le escribió Jorge una noche.
—Todo fue rápido —recuerda Mónica—. Él era hábil para convencer.
En la primera cita le propuso que fuera su novia. “Yo creí en sus palabras y me dejé llevar”. Fue un noviazgo a distancia, porque Jorge alegaba constantes viajes de trabajo; sin embargo, siempre se mostraba al pendiente de ella, dispuesto a escucharla y ofrecerle consejos. Reapareció una tarde, y la invitó a tomar un refresco.
—Ya tengo casa, voy a tener carro, quiero casarme contigo —le dijo.
Mónica le había contado que tenía problemas con su tía y algunas presiones en el trabajo: su patrón la obligaba a salir cada vez más tarde, no le quedaba tiempo para hacer la tarea. De ese modo la enganchó:
—Olvídate de tu patrón. Vámonos juntos a México. Allá podemos trabajar, formar una familia.
“No supe cómo me enredó. Me pareció emocionante iniciar otra vida. Fuimos a que me comprara una muda de ropa y tomamos el autobús”.
Apareció, tras las ventanillas, la ciudad de México. Un taxi los condujo a la calle Mariano Arista, en la colonia Guerrero. En esa calle hay un hotel, un estacionamiento, una tienda naturista, una clínica de “nariz y garganta”, un consultorio para enfermedades de los ojos, un comedor llamado “Aída” y una casa de huéspedes pintada de verde, a cuyas puertas cuelga un letrero: “Amueblado, cómodo, barato, matrimonio o persona sola. Aquí informan”.
Jorge la instaló en uno de los cuartos, y no volvió a aparecer hasta el día siguiente. “No me dijo a dónde iba. No me dijo nada. No me dejó dinero ni para comer”, recuerda Mónica.[...]
[...] Cuando él regresó, más que por haberla
dejado sola, más que por las veintitantas horas que llevaba sin comer, Mónica
le reclamó que la hubiera llevado a una pensión en la que vivían “puras putas”.
Él le respondió:
—Así vas a trabajar como ellas.
“Creí que estaba jugando, que había tenido algún problema y que por eso se veía tan cambiado. Parecía furioso, de muy mal humor. No me dijo nada. Se volvió a salir y me dejó encerrada. Regresó en la noche con un vestido corto y unos zapatos, y me los tiró en la cama. ‘Esta misma noche empiezas a trabajar’.[...]
Es un reportaje muy crudo, tan real que asusta. Todos sabemos de la existencia de este mundo pero nos negamos a verlo, a darnos cuenta que mientras conversamos hay mujeres, casi niñas que sufren esto y que las autoridades están involucradas, no hacen nada por todo el dinero que se maneja del cual una gran porción les toca...en fin, excelente reportaje por parte de este periodista y gran aporte para tu blog
ResponderBorrarAsi es, Aline, tal parece que este mundo se conforma con saber sus problemas. Las soluciones?, bien gracias.
BorrarQue bueno que te gustó, este blog también servirá para difundir este tipo de cosas que pretenden combatir un poco la indiferencia. Sigue checando las entradas, saludos!
¿Qué te digo? Como reportaje es excelente, como realidad: una mierda.
ResponderBorrarMuy buena eleección.
Es como dice Saramago: Yo no soy pesimista, lo que pasa es que el mundo está pésimo...
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