domingo, 26 de enero de 2014

De qué va la película/XII: Balada de un hombre común


Los hermanos Coen, luego de explorar muy bien el western con Temple de acero (hasta fue nominada a mejor película en su año), vuelven a su fascinación por los perdedores en su nueva película Balada de un hombre común, que narra la vida de Llewyn Davis, un cantante de folk para el que todas las puertas están cerradas, o mejor dicho, un cantante de folk que se cierra todas las puertas. Pasen y lean la recomendación de hoy, bienvenidos.



Siguiendo un tono ominoso parecido al de Un hombre serio, aunque esta vez en clave algo melancólica, Joel y Ethan Coen deciden contar esta historia acerca de un hombre que no logra alcanzar el éxito profesional ni personal. La película se desarrolla en el año de 1961, justo en el ascenso de la música folk en Estados Unidos; los cantantes independientes que tiran versos de protesta con su guitarra sobre el escenario de algún bar, cantinas llenas de hombres y mujeres con pretensiones artísticas e intelectuales, y un frío Nueva York, son el contexto. A pesar del peso que todo esto tiene en la anécdota, la historia no se detiene ni se ocupa en mostrar aquello que podría pensarse lo más representativo acerca de una historia sobre el no-éxito, como la situación de los sellos discográficos o representantes aprovechados que se cobran más de lo que deben. Por el contrario, todo lo que vemos en pantalla es un puñado de eventos en la vida de Llewyn Davis, que hilvanan una trama en la que pronto se hace evidente lo más importante, el detonante de todo lo que vemos: Llewyn Davis.

Es este un hombre que cree que cuenta con todo lo necesario para triunfar: talento. Porque él percibe que es lo único necesario para triunfar en la música; si sus canciones tienen buenas letras y un buen arreglo musical, ¿por qué no habría de ser exitoso? Por eso mira con cierta envidia a sus colegas Jim y Jean, que son exitosos a pesar de ser un dúo cuya mayor expresión que merecen de su parte es un “meh” (y no porque sean malos, sino porque no los siente a su altura). Por eso se niega violentamente a cantar una canción luego de cenar con unos amigos, porque “su talento no es para eso”. Es un hombre que se cierra todas las puertas con su actitud, una persona que ve con recelo el mundo pues es incapaz de conectar con él. Cierta escena lo ilustra muy bien: un gato que está junto a un hombre obeso y casi moribundo, y que ha sido su compañía durante un viaje largo a Chicago, lo mira desde el asiento de la parte trasera de un auto. Davis sostiene la puerta abierta y también lo mira. Los ojos del animal parecen preguntarle si lo va a llevar con él o no. Llewyn lo mira, como decidiendo… pero termina cerrando. Y eso hace siempre, en todas partes, con cualquier persona.

Aunado a su actitud, también hay que mencionar que todo parece ir siempre en contra suya. Es como si al mundo no le agradara Llewyn; Cual si fuera víctima de una maldición o una siniestra burla cósmica, nada es favorable para el cantante, todo en su vida es una espiral que no hace más que descender y viceversa, moviéndose en un eterno retorno; en un momento dado, todo vuelve a ser justo como comenzó, indicando, tal vez, que su vida seguirá igual, vacía y solitaria. ¿Por cuánto tiempo? Quién sabe.

Balada de un hombre común es una película parsimoniosa, de ritmo pausado, que, sin embargo, no llega a aburrir. La actuación de Oscar Isaac es espléndida: logra darle a su protagónico las dosis justas de melancolía, arrogancia y molestia. Su interpretación no debe pasar desapercibida.

Ponga especial atención en la fotografía: es estupenda. No en vano está nominada al oscar 2014 precisamente en esa terna, que quizás incluso gane; los colores deslavados, pero con un cierto tono acerado, le dan al filme un toque avejentado, melancólico. Los contrastes de luz y sombra son igualmente bellos. Por último, no se puede dejar de mencionar el diseño de producción, que logra una ambientación sesentera muy convincente.

No se pierdan la nueva película de los Coen. Contrastando con las historias de héroes y triunfadores amables y nobles en el cine, Balada de un hombre común es todo lo contrario: la historia de un perdedor. Y una buena.


Título original: Inside Llewyn Davis
Año: 2013
Director: Joel y Ethan Coen (Temple de acero)
Actores: Oscar Isaac, Carey Mulligan


Les dejo el trailer de la película



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domingo, 19 de enero de 2014

De qué va la película/XI: Escándalo americano


En un momento de Escándalo americano, el personaje de Christian Bale, Irving Rosenfield, le dice a Richie DiMaso (Bradley Cooper) una frase que reza más o menos así: “El mundo no es blanco o negro, como usted piensa. Descubrirá que es extremadamente gris”. En esta cita me parece que está resumido todo el contenido de la película: Escándalo americano es una película grisácea. No entendiendo el término como “aburrido”, sino como nivel de gradación intermedio, que nunca es totalmente negro o blanco, sino con mitad y mitad; tiene personajes grises, situaciones grises, cuestionamientos grises, acciones grises. Nunca algún personaje es bueno o malo, o algún evento beneficioso o terrible. Nada es determinante. ¿Es esto algo bueno o algo malo? Para el contenido fílmico en términos argumentales y de trama, es algo bueno, pero no tanto como evaluación del nuevo filme de David O. Russell. Diré porqué.



La película cuenta la historia de, inicialmente, Irving Rosenfield y Sidney Prosser, una pareja de amantes que se dedican a estafar personas vendiéndoles obras de arte falsificadas como si fueran auténticas. Pero no obstante su agudeza a la hora de preparar los fraudes, son atrapados por el agente del FBI Richie DiMaso, quien los reclutará para atrapar a varios congresistas, peces gordos de la corrupción. Con lo que nadie cuenta en el plan, es el hecho de que, como Irving y Sidney aseguran, todos mienten para sobrevivir. Y ellos no son la excepción.

Escándalo americano es una película sobre mentiras y mentirosos. La mentira impregna todas y cada una de las esferas de acción de los personajes, incluso su aspecto físico. La primera escena del filme es muestra de ello: Vemos a Irving colocarse cuidadosamente su peluquín para cubrir su calvicie. En esta escena se sintetizan los elementos que contienen todas las acciones de los personajes: mienten cuidadosamente para cubrir algún defecto o hacer su trabajo; no son en realidad quienes dicen ser. Cuidan sus mentiras como si fueran una parte vital de ellos mismos, pues ellos se autoengañan; Es más fácil ponerse un peluquín que aceptar la calvicie. Es más sencillo rizarte el cabello, como hace Richie DiMaso, que dejarlo lacio, como en verdad lo tiene. El caso es siempre mentir.

Eso quiero decir cuando afirmo que es una película grisácea. Nunca hay algo totalmente transparente, nada está totalmente sucio o limpio. Hasta el político que parece honesto y asegura hacer todo por su comunidad (Polito, encarnado por Jeremy Renner) hace tratos con mafiosos. Irving, que parece solo un vil estafador, se devela como un hombre con infancia difícil que lo llevó a la autopromesa de no volver a padecer. Cada quien tiene sus motivos. Cuando el espectador tiene la balanza inclinada a una opinión determinada, el juego vuelve a cambiar y con él las percepciones y el porvenir de los personajes. Esta construcción indecisa de los protagonistas los constituye y entreteje la trama, pues eso busca: que nunca se puedan hacer juicios deterministas. Todo tiene una razón, que si bien no justifica los actos, les da un porqué.

Esta misma indecisión, que como apunté más arriba resulta beneficiosa para el argumento y los personajes, se lleva también al tono general de la película, pero ahí no resulta ser un acierto. Escándalo americano nunca se define entre un drama o una tragicomedia. Está construida dubitativamente y cuando parece que todo va a reventar, se detiene, dejando la sensación de que tal vez más adelante las situaciones lleguen por fin a un climax como se merece… pero ese momento nunca llega. Y eso ocasiona que al final del metraje, la opinión sea: “pudo haber sido mejor”. Esto no quiere decir que la película sea mala o aburrida, sino que se queda a medias… se queda gris.

Por lo demás, todo el reparto principal otorga actuaciones más que sobresalientes, dándoles a sus personajes un aura propia que propicia empatía con el público; claro, algunos lo hacen mejor que otros: mención honorífica para Christian Bale por su caracterización como Irving (el metabolismo del hombre es prodigioso) y para Jennifer Lawrence como su esposa medio neurótica.

Escándalo americano es una película gris, lejos de ser el grandioso filme que se ha presumido, pero vale el precio de entrada. No es mi favorita para el Oscar 2014, sin embargo, es una digna contendiente. 


Título original: American Hustle
Director: David O. Russell
Género: Drama
País: Estados Unidos
Año: 2013
Duración: 138 minutos 
Elenco: Christian Bale, Amy Adams, Bradley Cooper




jueves, 16 de enero de 2014

De qué va la película/X: El lobo de Wall Street


Por fin llega a cines la nueva película de Martin Scorsese, El lobo de Wall Street, una obra de 3 horas de duración, basada en el libro homónimo que cuenta la historia del ascenso y caída de Jordan Belfort, un corredor de bolsa inescrupuloso, inmoral y carente de principios, que no le importa estafar a los clientes que le hablan esperanzados detrás de la línea con tal de llevarse un buen pedazo de comisión. Esta historia, aunada a una gran actuación de Leonardo DiCaprio y una dirección de altos vuelos, se presenta como un gran filme del realizador neoyorquino.



El lobo de Wall Street es una obra cínica, descarada; es la única forma de contar el devenir del protagonista, un personaje cuyos principios y valores murieron aplastados por el dinero. DiCaprio entrega una actuación impecable, llena de matices; presenta a su Jordan Belfort como el personaje inestable que es, entregado a los excesos de las drogas, el sexo y la incorrección moral y política. Por momentos su actuación es tan creíble, que no parece ser tal: ¿no hay nada de DiCaprio en Jordan o viceversa? Los límites se desdibujan cuando dota su actuación de gestos propios, de una forma de hablar particular, por ejemplo. Un reconocimiento a Leonardo por su trabajo se antoja totalmente merecido e inevitable.

Un punto me parece importante resaltar para la comprensión del personaje: Belfort es un clase mediero con dinero. Su forma de comportarse está más cercana a la desmesura propia de una persona de clase media, nivel socioeconómico siempre aspiracional, que de pronto se ve con la posibilidad de acostarse con una modelo en una cama repleta de fajos de billetes. Era previsible su forma de actuar, de alguna manera. De ahí su concepción del dinero como el que te otorga “una mejor vida, una mejor mujer, mejores autos” e incluso te vuelve “mejor persona” porque puedes hacer obras de caridad. En sus modos hay derroche inconsciente, de ese que actúa por mero placer dionisiaco, vanidoso, ególatra. De ahí viene su desprecio hacia lo pobre; dice en algún momento del filme, ante la mirada atenta e idolátrica de sus empleados: “No hay nada noble en la pobreza. He estado en la pobreza y en la riqueza y siempre he elegido la riqueza”. Su ego clase mediero lo traiciona más de una vez, y también lo salva; Jordan Belfort es una persona que sabe sacar provecho de las situaciones y de las personas. Salva su pellejo en incontables ocasiones porque estuvo en el lugar adecuado a la hora adecuada y, de alguna forma, actuó adecuadamente. Su inteligencia y actitud emprendedora, que parece no tener miedo a nada, lo lleva a ser el gran magnate que es. Su cinismo es épico, su determinación incansable. Un personaje tan detestable como hipnótico.

Tampoco se puede omitir la implícita “crítica” (las comillas valen) al mundo financiero que representa Wall Street, al discurso económico y el modo de vida norteamericano, en tono de humor negro e ironía punzante; se cree tan firmemente en la “libertad” y la “actitud emprendedora”, y se les deja tan libres, que cualquier vendedor ponzoñoso como Belfort (o sus asociados) puede amasar una fortuna con el dinero de otras personas, crear una casa de bolsa fraudulenta y libertina como Stratton Oakmont y huir campante una y otra vez de todos los mecanismos judiciales y preventivos. En cierta escena, Jordan dice: “¡Stratton Oakmont es América!” Es decir, ¿América (Estados Unidos) es corrupta, amoral, poco ética y funciona a partir de mentiras? La ironía, aunque pequeña, es inevitable y efectiva.

La película cuenta con una duración de poco más de 3 horas, extensión justificable pero que no impide que uno como espectador se canse en determinados pasajes. Además, varios puntos de tensión pueden ser interpretados como el climax final, sin embargo, cuando se develan como solo un cambio de trama y la película continúa, fluida y pausada en su frenético montaje, se puede hacer la pregunta interna: ¿esta película jamás terminará o qué? No obstante esto, al final del metraje el sabor de boca es grato, muy grato. Eso es también gracias al gran trabajo histriónico de todos los involucrados, pero con mención especial para Jonah Hill, inquietantemente cómodo en su papel del psicótico socio de Jordan. Asimismo, la selección del soundtrack es impecable.

En conclusión, El lobo de Wall Street es una cínica película que está hecha estupendamente. No diré algo tan debatible como que es de lo mejor de Scorsese, eso tal vez sería decir mucho, pero definitivamente es una de sus grandes obras recientes, vale cada minuto invertido (y vaya preparado, invertirá muchos); El destino del protagonista es quizás predecible, pero lo emocionante (lo desquiciado, lo miserable, lo raro) es el camino. El camino del lobo.


Título original: The Wolf of Wall Street
Director: Martin Scorsese
Año: 2013
País: Estados Unidos
Reparto: Leonardo DiCaprio, Jonah Hll, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Jyle Chandler, Rob Reiner

Gracias por leer, no se la pierdan. No olviden darle like a la critica y compartirla si les gustó. Nos leemos. 


viernes, 10 de enero de 2014

Cuentos memorables/V: La muerte tiene permiso


Cierto día mientras hurgaba en los libros de mi casa, me encontré con uno titulado Lo fugitivo Permanece, que recientemente había traído mi papá y que era una compilación de cuentos mexicanos editado por la Secretaría de Educación Pública (SEP). Yo, que soy un gran aficionado al género del cuento, lo tomé con interés. El libro me agradó bastante y me parece, hasta ahora, una excelente compilación de historias escritas por los autores mexicanos más reconocidos e importantes. Uno de los mejores  libros de cuentos que poseo.

Entre sus páginas se encuentran 21 cuentos que tocan temas como la identidad, el dramatismo del devenir urbano y rural, el aspiracional modo de pensar, la concepción mítica de la vida, entre otros. De todos, hay algunos que me gustaron más y quiero ponerlos todos en este espacio. Mientras tanto, la primera historia que les compartiré es un clásico de la narrativa mexicana titulado La muerte tiene permiso, del autor Edmundo Valadés.



Edmundo Valadés nació en Guaymas, Sonora, en 1915; murió en 1994. A los seis años de edad se mudó a la Ciudad de México y a partir de 1937 fue reportero, articulista, cronista y columnista. Del periódico Novedades fue secretario de redacción y director de la sección editorial. En otros periódicos (El Día, Excélsior, Uno más uno) publicó columnas de carácter cultural y crítica literaria.

Fue subjefe de la oficina de prensa de la República en el gobierno de Adolfo López Mateos. Enseñó periodismo en el Centro Mexicano de escritores (1965-1966) y fue miembro de varios jurados literarios, entre ellos, el de Novela México*

Su obra narrativa, cuentística, está reunida en dos volúmenes: La muerte tiene permiso (1955) y Sólo los sueños y los deseos son inmortales, palomita (1980). Pero quizás el más célebre de sus trabajos sea El libro de la imaginación (1970). También editó una antología con Los cuentos de El Cuento (1981)**

En La muerte tiene permiso, unos campesinos, habitantes del pueblo de San Juan de las Manzanas, se encuentran frente a un estrado con los miembros de la asamblea, ingenieros que atienden primero sus chacoteos antes que otra cosa. Cuando por fin se dignan a escucharlos, los campesinos, uno a uno, comienzan a hablar acerca de los problemas que tienen en el pueblo: el agua, la escuela, y el más grave de todos: el presidente municipal, quien hace caso omiso de las necesidades de su población y encima abusa de ella. A medida que el campesino portavoz habla, las injusticias que enumera adquieren un tono alarmante. Cuando todo parece no poder ser peor, los campesinos hacen una petición que pondrá a los miembros de la asamblea en un dilema tanto moral como ético.

Está resumida en este cuento la precaria situación de vida en la que se encuentra el entorno rural del país; los campesinos de La muerte tiene permiso, al no tener ninguna salida para hacer algo más, y encontrarse ignorados por los grandes mandatarios y la justicia, no encuentran otra forma de poner sus vidas en orden que, como dice la expresión popular, tomar al toro por los cuernos; hacerlo ellos mismos todo. Cuando el cuento llega al punto final, el lector se encuentra ante una declaración que podría parecer incluso cómica, pero que en su justo contexto lleva a una reflexión acerca de qué se está haciendo por las minorías y en donde han quedado la justicia y el bienestar en este país.

Abajo adjunto el link donde pueden leer el cuento completo. Un texto breve pero entretenido, que no los defraudará y que consumirá 5 minutos de su tiempo. Ojalá les agrade.


El link:



Muchas gracias por leer, no olviden darle like a la entrada y compartirla si les agradó. Hasta la próxima


*”Escritor sonorense” disponible en [http://www.sonoramagica.com/index.php?option=com_content&view=article&id=72:cronista&catid=40:literatura&Itemid=59] consultado el día 8 de enero de 2014

**”Edmundo Valadés” disponible en [http://elcuentodesdemexico.com.mx/edmundo-valades] consultado el día 8 de enero de 2014


sábado, 4 de enero de 2014

De qué va el libro/V: Sobre los acantilados de mármol


Bienvenidos a la primer entrada del nuevo año, es agradable contar con su visita nuevamente y ojalá siga siendo así durante los doce meses venideros. Ahora sí, ya liberados de los compromisos familiares y sentimentales propios del fin de los años, para empezar como se debe este enero, les recomiendo este libro titulado Sobre los acantilados de mármol, de Ernst Jünger, una novela que debido a su luminosidad decidí hacerla la entrada inaugural del 2014. Pásenle, pásenle.



En un próspero y civilizado país que roza lo idílico, llamado “La Marina”, situado en un tiempo y un lugar indeterminados, el narrador de la novela (del que nunca conocemos su nombre) y su hermano, Otón, viven entregados al estudio de las plantas en un lugar apacible llamado “La ermita de las rudas”. No obstante la tranquilidad en la que siempre han vivido, esta se ha visto amenazada por eventos terribles como desapariciones, incendios y raptos. Cierto día en que ambos hermanos van en busca de una extraña orquídea, se topan con “La barranca de los desolladores”, el lugar donde los sanguinarios dirigidos por El Guardabosque Mayor, tirano indiscutible de los bosques, llevan a sus víctimas para desollarlas y torturarlas. A partir de esa visión saben que una catástrofe se acerca y que la paz tal como la conocen, probablemente se consuma en el fuego que está a punto de arder.

Es esta una novela que, ante todo, cuenta con una narración increíblemente fluida, llena de descripciones de cada aspecto de la vida de los protagonistas y el entorno cultural y natural en el que viven. Su prosa es de un lirismo elevado, de esas historias bellas que no se encuentran muy a menudo. Lo comparo con una obra de Nietzsche: Si han leído Así hablaba Zaratustra, sabrán a lo que me refiero, y si no, en cuanto lean el primer capítulo de la novela de Ernst Jünger lo entenderán: hay luz en sus letras.

La narración es tan descriptiva que hay capítulos enteros en que podría decirse que “no ocurre nada”; sin embargo, tanta descripción tan detallada tiene el propósito de construirte en la cabeza cada parte del entorno social y natural, para que te encariñes con ese mundo a medida que lo vas descubriendo. Debe decirse que Sobre los acantilados de mármol es una novela que transcurre lenta y pausada, en la que los eventos que propician la trama aparecen poco antes de llegar a la mitad del libro. No espere usted nada agitado, pues es este un libro que debe ser contemplado.

Sobre los acantilados de mármol data de 1939, año en el que la Segunda Guerra Mundial comenzaba. Mucho se dice que la novela fue profética, que vislumbró con anticipación los oscuros tiempos que le esperaban a Europa. Y no se equivocan; Ernst Jünger  representó, a través de sus simbolismos, no solo los regímenes tiránicos y déspotas que asolaban el continente en ese momento, sino los de todos los años, épocas y lugares. En la visión de “La barranca de los desolladores”, lugar pintado con sangre, Otón y su hermano son testigos no de horrores cotidianos motivados por patologías de agresión (si es que los horrores pueden ser cotidianos; yo, un pesimista, creo que si), sino por algo aún más implacable e incontenible: una pulsión vital de destrucción. El Guardabosque Mayor y su ejército representan el avance del nihilismo y de la putrefacción que no puede detenerse, aquella que es natural. Pensemos en los grupos humanos como un cuerpo: El cuerpo es susceptible a ser herido, la piel se abre. De no ser tratada, una herida puede expandirse, poco a poco, como parte de su proceso mismo de avance. De esta misma forma se presenta la violencia desmedida de las huestes del bosque. Su frecuencia y su campo de acción se extienden porque son motivadas por una fuerza vital, la fuerza de la naturaleza; ¿se puede detener a la naturaleza?

Luego de leer este libro una asociación me llegó a la mente: Lo profético de la novela coincide fácilmente con la debacle propia que Europa ha presentido desde siempre, como apunta George Steiner en su ensayo La idea de Europa. Él asegura que un pensamiento fatalista ha estado inmerso en el pensamiento europeo, Europa ha presentido su final (tal como los protagonistas presienten el final de su querida Ermita de las Rudas e incluso de su país, La Marina) desde que tiene conciencia, y con las Guerras Mundiales esa idea llegó a su apogeo: En esos frentes de lucha se perdió todo lo que había de bello y de glorioso. Las armas rasgaron la vestidura del conocimiento, de la unión, de la celebración intelectual que era el territorio europeo… justo como El Guardabosque Mayor y su violencia rompen la casi religiosa calma de La Marina.

Al final, y respetando los contextos, quizás todo este referente histórico no sea tan importante como el mensaje que deja Ernst Jünger en Sobre los acantilados de mármol, pero ese tienen que buscarlo ustedes. La que para muchos es la obra maestra del escritor alemán es, ciertamente, una novela imprescindible y sin duda una muy buena opción para comenzar a leer este nuevo año. No se arrepentirán.


No olviden darle like a la entrada y recomendarla. Saludos, nos leemos.