domingo, 28 de diciembre de 2014

Ni largos ni medios: Cortos/VI: Sangre de Unicornio


Últimamente me he vuelto fan de las historias de terror, algunas fantásticas y de ciencia ficción. Mi búsqueda por productos de estas características, me llevó a descubrir el excéntrico e inquietante cortometraje que hoy les presento, en esta, la última entrada del año: Sangre de Unicornio. 



El corto está dirigido por Alberto Vázquez Rico, un ilustrador, novelista gráfico y diseñador gráfico español, colaborador regular de la revista Rolling Stone y el diario El País, que desde su cortometraje Birdboy, basado en un cómic de su autoría llamado Psiconautas y ganador de un Goya, se inmiscuyó en el mundo de la animación, del cual surge su segunda obra, Sangre de Unicornio, presentada con mucho éxito en varios festivales especializados como FANT y Caóstica, de Bilboa, Cans, de Galicia, Animage Festival, de Brasil, y Mórbido, de México.

La historia es sencilla, pero perturbadora: Un par de ositos hermanos salen a cazar unicornios, su presa favorita, pues beber su sangre los mantiene adorables y muy suaves. Sin embargo, en su breve camino salen a relucir los complejos de uno y el trato déspota e inmisericorde del otro, lo que lleva a un desenlace oscuro. Este cortometraje, a pesar de la apariencia cursilona y tierna de los personajes, está impregnado de humillación, mala leche y odio, mucho odio. El contrapunto entre lo tierno y lo abominable puede parecer incluso ridículo por momentos, pero no dejará indiferente. Un pequeño filme muy interesante y disfrutable. 




Ojalá les haya gustado. Compártanlo si les gustó y no olviden darle like a la entrada. Nos leemos entrando enero, gracias por leer y saludos. ¡El 2014 se acabó!


PD: Como extra, les dejo una entrevista con Alberto Vázquez donde habla acerca del cortometraje, su próxima película animada de Psiconautas y el estado de la novela gráfica en España y en general, por si les interesa.




lunes, 15 de diciembre de 2014

Cuentos Memorables/VII: Una voz en la noche


Desde pequeño he leído mucho y hace varios años era fanático de las historias de terror, por lo que tengo varias compilaciones de cuentos del género, de esos libros que se encuentran en los puestos de madera del metro o en los de la calle.


Una tarde mientras estaba aburrido en casa, decidí buscar algún librillo interesante en mi biblioteca, y escarbando en alguna de mis repisas de libros de la infancia, encontré uno titulado Historias Sobrenaturales, de la colección “Desde el terror” de Editores Mexicanos Unidos. En cuanto lo vi, recordé cada una de las historias y una vez que lo releí completo,  me di cuenta cuánto buen material tenía entre mis manos. El cuento que hoy les comparto viene en ese libro y es uno de mis favoritos: Una voz en la noche, del autor inglés William H. Hodgson.



William Hope Hodgson nació en Essex, Inglaterra, en 1877 y es considerado uno de los más importantes precursores de la literatura contemporánea de terror y ciencia ficción. A pesar de haber sido una de las inspiraciones de autores como H. P. Lovecraft, su obra actualmente es poco conocida y su nombre como autor es conocido en muy pocos círculos. En su adolescencia se enlistó en la marina mercante, lo que le permitió viajar por varios lugares del mundo. 8 años después regresa a tierra y se desempeña como profesor de gimnasia y como fotógrafo, al tiempo que comienza su afición de escritor. Desde 1905 comienza a publicar cuentos en varias revistas y periódicos, hasta que su primera novela, La casa en el confín de la tierra (House on the Borderland) aparece en 1908. Posteriormente, publica Los Piratas Fantasma (The Ghost Pirates) en 1909 y su otra obra mayor, El Reino de la Noche (Night´s land) en 1912, donde esboza con gran imaginación un mundo distópico post-apocalíptico en el que la raza humana vive en una gran pirámide metálica, refugiada de monstruos que acechan en el mundo devastado. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, se enlistó en el ejército y peleó hasta su muerte, acontecida en Francia en 1918.

Un escenario recurrente en la obra de Hodgson es el mar, y es ahí donde ocurre el cuento de este día. Una voz en la noche, es el extraño y trágico relato de un misterioso hombre, quien desde las sombras de la noche, les cuenta su historia a unos marineros en altamar, sin dejarse ver porque, según sus palabras, sufre de una aberrante condición… Un gran cuento de horror, que espero les guste. Aquí abajo les dejo el inicio y luego, un link al cuento completo. Disfrútenlo. 



Era una noche oscura y sin estrellas. La falta de viento nos tenía detenidos en el Pacífico norte. No sé cuál era nuestra posición exacta, pues durante una semana fatigosa y jadeante el sol había permanecido oculto detrás de una tenue neblina que parecía flotar sobre nosotros, aunque a veces descendía para envolver el mar que nos rodeaba.

Ante la falta de viento, habíamos sujetado en posición firme la caña del timón y yo era el único hombre que se encontraba en cubierta. La tripulación, que consistía en dos marineros y un grumete, dormía en su camarote de proa, mientras Will -mi amigo y a la vez patrón de nuestra pequeña embarcación- se hallaba en su litera de popa, en el lado de babor.

De pronto, surgió una llamada de entre las tinieblas que nos rodeaban:

-¡Ah de la goleta! -Fue tan inesperada, que la sorpresa me impidió contestar inmediatamente.

Volvió a oírse la llamada; una voz curiosamente gutural e inhumana nos llamaba desde algúna parte del mar tenebroso, por el lado de babor.

-¡Ah de la goleta!
-¡Eh! -grité, después de reponerme un poco de mi sorpresa-. ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
-No teman -contestó la voz extraña, que probablemente había captado cierto tono de confusión en la mía-. No soy más que un hombre... anciano.

La pausa resultó extraña, pero hasta más adelante no le encontraría sentido.

-Si es así, ¿por qué no atracas a nuestro costado? -pregunté con cierta sequedad, pues no me gustaba la insinuación de que me había mostrado un tanto confundido.
-No... no puedo. Sería peligroso. Yo...

La voz enmudeció y todo volvió a quedar en silencio.

-¿Qué quieres decir? -pregunté, cada vez más asombrado-. ¿Por qué sería peligroso? ¿Dónde estás?

Escuché durante un momento, pero no hubo respuesta. Y entonces, un sospecha súbita e indefinida, aunque no sabía de qué, se apoderó de mí. Me acerqué rápidamente a la bitácora y saqué la lámpara encendida. Al mismo tiempo golpeé la cubierta con el tacón para despertar a Will. Luego me aproximé de nuevo al costado y proyecté el haz de luz amarilla hacia la silenciosa inmensidad que había más allá de nuestra borda. Al hacerlo, oí un grito leve y sofocado y luego un chapoteo, como si alguien acabase de sumergir los remos precipitadamente. Pese a ello, no puedo decir que viera nada con certeza, excepto, me pareció, que el primer destello de luz había iluminado algo en el agua, allí donde ahora no había nada…


El cuento completo, en pdf:


Espero disfruten este cuento memorable. No olviden darle like y compartir, si lo vale. Nos leemos. 

PD: En las siguientes páginas podrán encontrar su biografía y datos más profundos de su vida y obra:





miércoles, 10 de diciembre de 2014

De qué va la película/XXII: Birdman (O la Inesperada Virtud de la Ignorancia)


Siempre son valiosas las películas que se atreven a hablarle al espectador directo a la cara, aquellas que buscan un impacto, que saben, calará en ese instante histórico más que en cualquier otro, porque juegan con los referentes del momento, metiendo el dedo en las llagas menos visibles, aquellas escondidas a plena luz.


Esto es Birdman (o la Inesperada Virtud de la Ignorancia). Todo aquí es una bofetada cínica a cada círculo en los que se inserta: de los que viene, en los que está y a los que se dirige. González Iñarritu, en la que es posiblemente su creación más grande (y la que indudablemente será la nueva referencia en la calidad de su obra), no deja títere sin cabeza: ni a la industria del cine, ni a sus espectadores, ni a los actores, ni al espectáculo. Birdman... (Parafraseando a Silvio Rodriguez) es una gran mortificada, para que cuando mortifique no vayan a acusarla. Y se divierte siéndolo. 



He aquí una historia que narra cómo el actor venido a menos Riggan Thompson (Michael Keaton, en una de sus mejores actuaciones en mucho tiempo), quien en el pasado encarnó 3 veces a un superhéroe de una conocida franquicia hollywoodense, trata de llevar a buen puerto una adaptación teatral de un texto de Raymond Carver que él mismo escribe/produce/dirige/actúa, para probarse a sí mismo, y de paso al mundo, que puede hacer algo relevante tanto artística como personalmente, y mucho más profundo que una cinta de superhéroes. A lo largo de la cinta, vemos todos los contratiempos a los que se tiene que enfrentar con tal de cumplir su gran sueño (¿u obsesión?) de demostrar que es más que una simple “celebridad” (tal como lo ningunea cierta temida crítica teatral); a cierto actor genial, pero problemático (Edward Norton, muy en su papel); a su hija recién salida de  rehabilitación (Emma Stone); a la actriz con la que mantiene una problemática relación tras bambalinas (Andrea Riseborough); a su neurótico productor (Zach Galifianakis, actuando de verdad, por increíble que parezca)  y, finalmente, su propio ego e inseguridad, acaso fundidos en uno solo.

Lo que Iñarritu ha hecho con este, su quinto trabajo, es lo que tanto nos prometían sus cintas anteriores: Un filme brillante en todos aspectos. Si bien ya sus precedentes eran muy buenos, con Birdman... su obra cinematográfica emprende el vuelo hacia otros derroteros mucho más demandantes, arriesgados y pulidos en cuanto a técnica, narrativa, discurso y temáticas. Una obra como esta, en donde todos los engranes encajan a la perfección y cada elemento aporta claridad al relato, no debe ser flor de un día, sino una nueva plataforma de exigencia, tanto para los que disfrutamos el cine, como para el que lo ofrece.

Alejandro G. Iñarritu (así firma ahora) ha hecho una historia totalmente coyuntural. Acorde con los tiempos que vivimos, donde las películas de superhéroes, presentadas con bombo y platillo, dominan las carteleras, y los actores y las actrices resaltan más entre más escándalos acumulen, el director se regodea mostrándonos la ingratitud de la fama, el desenfreno y la sordidez que rodea a todo el mundo artístico/del espectáculo (ya entrados en herejías, quizás, acaso, dos caras de una misma moneda) en clave de comedia negra a través de Riggan Thompson (y todos los demás también), un hombre tan lleno de rabia como cualquier otra persona, ansioso de enseñarle al mundo sus maravillosas cualidades extraordinarias, inéditas y recónditas (levitar como nadie, mover cosas con su mente prodigiosa, como nadie, volar incluso…), ansioso de hallarse hasta arriba de la marquesina (y más allá, por encima de todos, en el firmamento) con todos los reflectores apuntando a su cabeza y rodeado de los murmullos de todos los espectadores asombrados por ese instante de grandeza logrado, que, espera, dure para siempre.

Para dar la sensación de acción continua e inmiscuirnos en los ajetrados días de Riggan, el recurso del (falso) plano secuencia le queda como anillo al dedo; la inquieta cámara de Lubezki se mueve como si estuviera viva, llevándonos por todos los recovecos posibles entre el mundo en el que se desenvuelve y su propia mente, acosada por esa voz del superhéroe que encarnó en sus años mozos, su propio alter ego, quien aparte de gritarle arengas cínicas, echarle en cara todas sus carencias e inflar su ego egoísta, le insiste que se deje de ñoñerías artísticas y haga la cuarta parte de Birdman, pues así le dará al público lo que quiere: explosiones y pantallas verdes al por mayor; La ilusión de ir hombro con hombro con el protagonista y vivir en carne propia su frenesí, definitivamente es lograda con esa toma única, ejecutada con maestría.

Mención aparte merece la banda sonora compuesta a percusión limpia por Antonio Sánchez; un impresionante manejo de los objetos musicales (que no sonidos musicales, necesariamente) que le imprime mucha personalidad a la película, acorde con esa línea alocada y difusa, entre golpes suaves de tambor y el descontrol de bombos y platillos, siguiendo los caprichosos cambios de humor del personaje principal.

De esta forma, Birdman (o La Inesperada Virtud de la Ignorancia), es, en un claro e irónico paralelismo con la trama, el propio descontrol de Iñarritu, quien, socarrón y brillante (como su filme), emprende el vuelo hacia ese parnaso de los grandes realizadores, del que ya no se vuelve, pero sí se corre el riesgo de despeñarse fácilmente. Ojalá siga por los aires, para fortuna suya y deleite nuestro.  

Título: Birdman (Or the Unexpected Virtue of Ignorance)
Director: Alejandro G. Iñarritu
Año: 2014
País: Estados Unidos
Actores: Michael Keaton, Emma Stone, Edward Norton, Andrea Riseborough, Zach Galifianakis,  Naomi Watts

lunes, 20 de octubre de 2014

De qué va la película/XXI: La Dictadura Perfecta


Hace unos años, el estreno de La Ley de Herodes (1999) colocó al director Luis Estrada como un cineasta provocador, al que no le temblaba la cámara al momento de señalar al PRI y al aparato gubernamental como los principales impulsores de hábitos corruptos, negligentes e impunes, siempre en clave de sátira y humor negro. Con sus subsecuentes películas, Un Mundo Maravilloso (2006) donde hacía una feroz crítica a las políticas neoliberales, y El Infierno (2012), estrenada en el marco de las festividades del bicentenario de la independencia y donde trataba el tema del narcotráfico, afianzó esta postura, logrando al mismo tiempo cosechar buenas críticas y varios premios nacionales e internacionales.

Ahora su nueva película, La Dictadura Perfecta, se inmiscuye en las perversas relaciones entre la televisión y el gobierno, satirizando varios eventos políticos y mediáticos recientes. Sin embargo, en esta nueva obra su estilo ya luce algo desgastado y repetitivo, lo que otorga un filme algo maniqueo y poco innovador. 



Luego de que el presidente de México (Sergio Mayer, en clara y chusca alusión a Peña Nieto) mete la pata con el embajador de Estados Unidos en una reunión diplomática, los directivos de Televisión Mexicana consiguen desplazar el altercado con un video escándalo del gobernador Carmelo Vargas (Damián Alcázar), donde se le capta recibiendo dinero de un reconocido narcotraficante. Cuando el gobernador lo ve, decide ir con la misma televisora para pedirles ayuda a mejorar su imagen pública y, ya de paso, encarrerarse para la presidencia del 2018. Con pacto de por medio, lo que sigue es una elaborada campaña de posicionamiento encabezada por el productor en ascenso, Carlos (Poncho Herrera) en la que abundarán la corrupción, la violencia y una cínica manipulación mediática.

Con La Dictadura Perfecta estamos ante la que probablemente sea la obra menos acabada de la filmografía de Luis Estrada, preocupada menos por armar una historia bien unificada e inteligente y más por sumar y concatenar gratuitamente eventos indignantes de la agenda pública, desde el caso Paulette hasta el montaje de la aprehensión de Florence Cassez. Y es que la película tiene mucha prisa por provocar indignación y quemar a la televisión y a todos los que la hacen, como si en el ámbito mediático solo la televisión tuviera injerencia. De ahí viene uno de los mayores problemas de la cinta: su poca creatividad a la hora de presentar a los medios de comunicación en general. Es cierto que el acento estaba anunciado en la televisión (en su slogan le da el poder de “imponer presidentes”) pero no le hubiera hecho daño tratar de abordar otras plataformas (internet, twitter, facebook, el radio, incluso); quizás si lo hubiera hecho su crítica hubiera sido más global, más mordaz.

No obstante, lo que más daña a la película es el maniqueísmo del relato: los protagonistas, que más que personajes son representaciones de todos aquellos a los que Estrada apunta deliberadamente con el dedo, nunca presentan atisbos de duda o de humanidad; son más planos que un naipe. A diferencia de Juan Vargas, el alcadete de San Pedro de los Saguaros, cuyos dilemas morales lo volvían un ente tridimensional; del Benny, cuyo miedo y desesperanza le hacían ver con malos ojos al narco aún estando él dentro, o el desesperado y miserable Juan Pérez de Un mundo Maravilloso, los protagonistas de La Dictadura Perfecta nunca dudan de su empresa (posicionar a un gobernador a todas luces corrupto y desvergonzado) y solo le deben respeto al rating. Esto provoca que todos resulten desdeñables, desde el productor consentido de la televisora, Carlos (¿quién será?), hasta el reportero estrella, Ricardo, pasando por el infame gobernador Vargas y el frío Pepe (Tony Dalton, un simbólico Azcárraga con varios kilos de menos). Nunca hay un sentimiento de simpatía hacia alguno o una identificación moral, solo aversión.

Este mismo defecto en los malos de la película ocurre con el “bueno” o el que pretende ser el caballero blanco, el político que de veras quiere un cambio interpretado por Joaquín Cosío, Agustín Morales, líder de la oposición en el Congreso del estado. Él también resulta ser un personaje pretendidamente impoluto y biehechor, una luz entre tanta porquería; éste también tiene una contraparte en la realidad perfectamente bien delineada…cierto político (antes) perredista. Ya sabrán a quien me refiero. O mejor, a quién se refiere Estrada. ¿No que no dejaría títere sin cabeza?

Dentro de todos estos peros hay varias cosas a destacar, no obstante: las actuaciones de Poncho Herrera, Joaquín Cosío y Osvaldo Benavides son sobresalientes (dentro de la poca movilidad expresiva de sus papeles), la fotografía y uno que otro chiste negro que sí provoca una risa amarga, pero risa al fin (Carmelo diciendo que su colaborador es más pendejo que su difunta esposa, cínico a más no poder).

Sin embargo esto no es suficiente para defender una película deficiente en general. Lejos de lo mejor de su obra (ese puesto sigue siendo para La Ley de Herodes), La Dictadura Perfecta es más bien la instalación de Luis Estrada en una zona de confort estilística que al parecer ya no da para más. La nueva entrega de su ahora tetralogía es la más superficial de todas, un filme que pretende ser tan mordaz que resulta ser solo un cúmulo de eventos descontextualizados unidos sucesivamente para la fácil indignación del público. Aquí no hay tanto una historia o una sátira inteligente y contundente de ciertos temas (el narcotráfico, la pobreza, la corrupción), sino un producto que refuerza visiones reduccionistas como la que dicta que “la televisión impone presidentes”, y vínculos sospechosamente fáciles de las, en realidad, mucho más complejas relaciones entre el poder y los medios de comunicación. Ojalá Estrada vuelva a remontar el vuelo y para su próximo proyecto nos entregue algo más digno de su calidad como realizador. 


Título: La Dictadura Perfecta
Director: Luis Estrada
Año: 2014
País: México
Actores: Damián Alcázar, Poncho Herrera, Osvaldo Benavides, Joaquín Cosío, Tony Dalton, Dagoberto Gama, Silvia Navarro

sábado, 4 de octubre de 2014

De qué va la película/XX: Perdida


Siempre es difícil escribir acerca de filmes que contienen vueltas de tuerca importantes dentro de su trama, ya que nunca se sabe qué escribir para no soltar ni un spoiler. Con Perdida (2014), el nuevo filme del siempre interesante David Fincher, estamos ante una obra de esas. La historia, escrita por Gillian Flynn, quien adapta su novela de 2012 en la que está basada la película, se vuelve a cada paso que avanza más impredecible, más excéntrica. El espectador queda extrañado con lo que está presenciando, pero, qué carajos: lo que pasa es sumamente interesante.


Nick Dunne (Ben Affleck), un hombre común y corriente, encuentra su casa vacía la mañana de su quinto aniversario de bodas. Su esposa, Amy (Rosamund Pike), ha desaparecido. A partir de entonces, Nick se ve envuelto en una espiral que lo conduce a ser el principal sospechoso de la súbita desaparición de su esposa. Él se dedicará a defender su inocencia, pero no siempre lo aparente resulta ser verdadero. A veces la verdad es mucho más extraña.

Esto es apenas la punta del iceberg. Perdida se nos presenta en un inicio como un thriller policiaco de “encontrar al culpable”, con matices de “el más cercano puede ser el victimario”; Sin embargo, luego de jugar en ese juego el suficiente tiempo, llega a un punto en           que se detiene para quitarse ese disfraz, agotar sin miramientos la trama que hasta el momento pensábamos unívoca y llevarnos por derroteros definitivamente mucho más retorcidos que más de una ocasión dejan descolocado y, en su excesividad, hasta hacen soltar una que otra risa incómoda. Con estas vueltas de tuerca, las impresiones que se tienen de los personajes cambian, las balanzas que hasta ese momento de quiebre estaban más o menos equilibradas se salen de control y la película se adentra en una historia que tiene más que ver con la venganza, con el ajuste de cuentas, con conductas obsesivas y patológicas, con la crueldad ácida de las relaciones humanas, con la oscuridad irónica, cínica, del alma humana. 

Perdida, a pesar de todo esto nunca cambia de ritmo, conserva siempre una parsimonia nunca aburrida, que se toma su tiempo en ir desgranando todos los motivos, las conjeturas mediáticas y las de todos los involucrados, en desenfocar personajes para centrarnos en otros, en darnos bocados de pistas, de misterios y posteriormente de suspenso y excentricidad. Conocemos la historia a través de los puntos de vista de Nick y Amy, primero como flashbacks, luego en tiempo real, que en el horizonte de la película se juntan para dar paso al desenlace, uno que a más de uno dejará con una sonrisa helada y diciéndose “Hay gente extraña en este mundo”.

Las actuaciones de Ben Affleck y Rosamund Pike se adecúan perfectamente a las características de los personajes; él, un hombre parco, relajado, definitivamente no del tipo dominante, poco expresivo. Ella, una femme fatale tan dulce como amarga, pasivamente perturbadora, hipnótica, la que siempre está un paso delante de ti. Ambos distintos pero igualmente monstruosos, a su manera particular. Porque ella puede decirle que sonría, pero él accede, a pesar de lo que sabe que esa sonrisa tiene detrás. Dos personajes misteriosos, fascinantes, pero con los que no querrías cruzarte.

Al final, Perdida es un filme muy disfrutable, pero complejo y pesado en su relato. La imagen que proyecta de la relaciones humanas y sus vicisitudes, parecen una forma de decirle a las personas: “Oigan, piénsenlo dos veces antes de enrollarse con alguien”. Porque cuando todo acaba, tenemos los suficientes elementos para salir de la sala desconcertados, hasta aliviados de ya no saber qué es lo que sucederá. Pues una vez que aparentemente termina la tormenta exterior, la que se desató en el mundo de todos, en el mundo público, comienza la verdadera pesadilla, la que se instala en el interior de la mente. Las venganzas y los excesos se acaban, para dar paso a la intranquilidad permanente, aquella que no explota como bomba sino la contenida, la que se parece a un toquido en la puerta cuando estás solo o la mirada fija de un desconocido. Da gusto no presenciar esa tensión que se antoja eterna de ahora en adelante, porque en el final del camino, de la mirada del espectador se aleja, como quien retrocede lentamente, hasta perderla de vista, la visión de una jaula invisible y sus pobres habitantes. 


Título: Gone Girl
Director: David Fincher
Año: 2014
País: Estados Unidos
Actores: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Missi Pyle

martes, 26 de agosto de 2014

Feliz cumpleaños, cronopio cronopio


Ya había escuchado que un tal Julio Cortázar era increíble y todo un clásico de la literatura latinoamericana. Cuando en la preparatoria me dio por descubrir las novelas del Sur del continente, decidí comprar el mamotreto que es la edición de Rayuela de la editorial Punto de lectura. Tenía pocas referencias sobre el libro, solo sabía que era imperdible, según había escuchado por ahí. Mientras leía, en el camión, en la calle, en la escuela, comprobé que, efectivamente, era imperdible. La lectura de Rayuela fue increíble: Complicada, a veces; muy entretenida, en otros; también romántica a ratos y poco predecible. Varios capítulos tuve que releerlos, porque no había entendido prácticamente un carajo de lo que decían Horario y su grupo de amigos del Club de la serpiente. Terminé el libro y sin vacilar, conseguí más obra de Cortázar, hasta prácticamente leerla toda. A la fecha le tengo un cariño especial y podría decir, con muy pocas reservas, que es uno de mis autores favoritos. Es un cliché, ya lo sé, pero que carajos.  

Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a Argentina a los cuatro años de edad y pasó la infancia en Bánfield, un suburbio de Buenos Aires. Enseñó literatura francesa en la Universidad de Cuyo, Mendoza y renunció a su cargo por desacuerdos con el gobierno. En 1951 se trasladó a París donde trabajó como traductor. Se convirtió en una de las principales figuras del llamado “boom” de la literatura hispanoamericana, y disfrutó del reconocimiento internacional. Ya en años de madurez, se identificó con los pueblos marginados y estuvo muy cerca de los movimientos de izquierda, tras su visita a Cuba en 1962 (muestra de ello es su cuento Reunión, situado justo después del desembarco del Che Guevara en Santa Clara, Cuba). En 1981 se le otorgó la ciudadanía francesa, cosa que lo haría muy feliz, como queda palpable en un texto que escribió sobre ello, titulado Disculpen si leo estas palabras… Contenido en el libro Papeles inesperados (Punto de lectura, México, 2012, por si a alguien le interesa). Murió en 1982, a causa de leucemia.

Hoy se cumplen 100 años de su natalicio y sigue tan presente como nunca. Por doquier se encuentran sus citas, sus referencias, su prosa juguetona que cautiva a cualquiera aunque muchas veces no se sepa porqué o no haya razones eruditas para explicarlo. Puedo decir, como su poema dedicado al Ché, que yo tuve un hermano en Cortázar. No nos vimos nunca, pero no importaba. De todas formas ya estoy acostumbrado a mandar saludos a ninguna parte para mis entrañables (lo que cobra el vicio de gustar de cosas viejas).

Este texto evidencia, a mi juicio, el carácter melancólico, lúdico y sencillo de la pluma del argentino. Feliz cumpleaños, cronopio cronopio.


Aplastamiento de las gotas

    Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
 
    Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.




Saludos a todos. Nos leemos la próxima. 

viernes, 25 de julio de 2014

De qué va la película/XIX: El Planeta de los Simios: Confrontación


Luego del exitoso estreno en 2011, de la primera parte de este reebot de la saga de ciencia ficción, llega a cines la secuela El Planeta de los Simios: Confrontación (Matt Reeves, 2014) con una historia mucho más oscura y dramática que su predecesora.


Han pasado 10 años desde la sublevación de los simios liderados por César (Andy Serkis). En ese tiempo han logrado formar una comunidad pacífica dedicada a la caza y a la protección de su forma de vida. César ya es padre de dos hijos y cuenta con la lealtad de toda su tribu. Por otro lado, en esos 10 años la población humana ha sido diezmada por un virus, llevándola al borde de la extinción. Sin embargo, los pocos sobrevivientes aún se aferran a la vida y buscan nuevas formas de producir energía para su subsistencia. En esa búsqueda, sin pretenderlo, afectan la vida de los simios, y las tensiones que hasta el momento se habían mantenido a raya, se hacen presentes para enfrentarlos con lo inevitable: la lucha final por la predominancia, en la que solo uno de los dos bandos puede ganar. 



El Planeta de los Simios: Confrontación usa muy bien todos los elementos que tiene para contar esta historia de confrontaciones (entendida la palabra como cotejo con otra cosa, o careo entre dos o más personas) más que de pelea; porque eso es lo que vemos en la cinta: la tensión previa antes de la guerra inevitable. Cómo es que la paz se rompe de tajo y los pilares ceden ante la catástrofe. Los simios logran captar toda la simpatía del espectador, ya que el primer acto de la cinta se dedica a mostrar cada aspecto suyo que posteriormente nos hará entender porqué se llegó a ese desenlace, qué se pierde en el camino y qué podemos esperar del futuro: sus gestos, su organización, sus relaciones interpersonales y su forma de actuar. Cada personaje delinea su perspectiva y nos habla desde ella: César representa al líder nato, que tiene claros sus objetivos y no se doblega ante ninguna amenaza, sino que alienta a todos los que dependen de su firme voluntad a pelear con él; y Koba, el simio que comienza la disidencia y pone en duda las decisiones de César ante lo que para él es una amenaza: la amenaza humana. Él habla desde su pasado de sufrimiento y su pensamiento duro, de cazador. Ambos son polos opuestos; ambos tienen, a su manera, razón.

La trama hace esto también con los humanos, los dota de matices y les da razones para actuar. Nunca cae en maniqueísmos obsoletos como bien/mal, ni pone a unos u otros en el papel de villanos, sino que traza perfectamente las justificaciones de cada bando: Los humanos solo quieren conservarse, renovar su energía para no extinguirse. En eso se parecen a los simios: ambos quieren vivir. Sin embargo, ambos cuentan con la misma arma: conciencia. Y, como ya hemos aprendido a lo largo de tantos siglos, es tanto un don como una maldición.

Los paralelismos que propone la historia son sumamente fuertes y otorgan un dramatismo insospechado a la cinta. Como si estuvieran en un espejo, que refleja todo al revés, César encuentra su contraparte en el personaje de Jason Clarke, un humano que no desea la guerra y cree en la convivencia pacífica de ambas especies; Koba, por su parte, es como el personaje interpretado por Gary Oldman, el líder de la resistencia humana, que ve en los simios una amenaza para su propia paz y que no titubeará a la hora del enfrentamiento, aunque eso signifique pérdidas. Dos formas de reflexionar sobre el poder y la forma de ejercerlo.

Por otro lado, las dosis de acción están bien niveladas, pues llegan cuando tienen que llegar y duran lo suficiente para dejar satisfecho al espectador, sin mencionar que en esas espectaculares escenas los efectos visuales cumplen una parte muy importante para tal efecto; el motion capture de Serkis y Toby Kebbell (César y Koba, respectivamente) es increíble, pues los matices corporales y gestuales que ambos actores imprimen en sus actuaciones, valen por si solas el boleto; asimismo, la confrontación del clímax y la interacción de los personajes digitales con el entorno son visualmente exquisitas.

El Planeta de los Simios: Confrontación, es, a gusto mío, una de las mejores películas comerciales de lo que va del año. Una historia consistente, interesante, compleja en su trama y en la psicología de los personajes, y definitivamente una magnífica antesala para una tercera parte que promete ser dura y definitiva. Aquí somos testigos del derrumbe de dos mundos, que luego del colapso caen en la cuenta de que viven en una estabilidad ilusoria y que seguirá así mientras haya otro que amenace su seguridad al querer también existir; por lo tanto, solo uno puede quedar en pie. Aunque no hay que olvidar que el titulo sigue siendo solo “El planeta de los simios”. La pertenencia es singular. 

Titulo: Dawn of the Planet of the Apes
Director: Matt Reeves
Actúan: Andy Serkis, Toby Kebbell, Jason Clarke, Keri Russell, Gary Oldman
Año: 2014
País: Estados Unidos


PD: Como complemento, les dejó por aquí Before the Dawn of the Apes una serie de 3 cortometrajes que capturan algunos momentos de los 10 años transcurridos entre la primera parte y esta. 3 historias que complementan la perspectiva de la pandemia y el ocaso humano de una forma solemne y conmovedora. Ojalá les gusten.



jueves, 17 de julio de 2014

De qué va la película/XVIII: Borgman


“Hay hombres que solo quieren ver arder el mundo” le dijo el personaje de Michael Caine al multimillonario y superhéroe Bruce Wayne en la segunda parte de la trilogía Batman (2005-2008-2012) de Christopher Nolan. Para el afán humano de otorgar sentido a todo cuanto ocurre a nuestro alrededor, frases y/o premisas como esa no son fáciles de digerir. Porque, ¿Cómo es posible que alguien no persiga un sentido, un propósito o una finalidad con cada acción que realiza? ¿Qué ganan aquellos que dicen no buscar dinero, fama o trascendencia?

Aunque eso no parezca plausible, el cine nos ha otorgado historias que nos muestran personajes metidos en situaciones que no llevan a nada, en un sentido utilitario. Y eso, en más de un sentido, aterra, incomoda y perturba. La 34 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca, nos trae una de ellas: La película holandesa Borgman, de Alex van Warmerdam. Una película incómodamente hostil y pasivamente insoportable, que, sin embargo, no puede dejarse de ver. 



Luego de huir de un padre que lo quería asesinar con una escopeta, un hombre llamado Camiel Borgman huye de su escondite en el bosque para ir a buscar un nuevo refugio. En el peregrinaje, llega a una casa sumamente lujosa donde la pareja propietaria no lo deja pasar y encima el marido le da una paliza. Más tarde, la esposa se siente culpable del altercado y lo deja quedarse bajo la promesa de mantenerse oculto. El hombre acepta, pero pronto, su mera presencia, y más tarde, la de sus colegas, comienza a causar estragos en la familia, dinamitando sus bases hasta las últimas (y desconcertantes) consecuencias.

Borgman es innegablemente una película extraña. No tanto en sí por la forma de exposición que usa (la fórmula del extraño que invade una casa no es nueva y se ha ocupado muchas veces en el cine), sino por el aparente sinsentido que hay en las acciones del intruso y las muchas lecturas que la trama deja a consideración del espectador. Borgman y sus siniestros amigos (dos hombres y dos mujeres) no vienen a mutilar o a satisfacer un impulso patológico de violencia; tampoco vienen a robar dinero ni a enseñar lecciones morales; podría decirse que no vienen a nada... O eso parece. Sus pretensiones nunca son claras y mucho menos sus métodos o su propia construcción.

Esto viene porque a lo largo del metraje vemos diversas acciones que no son claramente interpretables y si sombríamente difusas. Por ejemplo, varias veces vemos a Borgman, cual incubo del famoso cuadro de Johann Heinrich Füssli, parado de cuclillas sobre el pecho de la mujer cuando esta duerme. Y al igual que el efecto de esos demonios nocturnos, en esos momentos la mujer tiene sueños eróticos y perturbadores con su marido. ¿Borgman los provoca, los transmite o solo son coincidencias?; en otro momento, vemos un par de canes a los que Camiel les dice: Vinieron muy pronto, aún no es hora. Los perros se van y más tarde llegan sus amigos a la propiedad, ¿es decir que los amigos se vuelven perros, cual cambia pieles o hechiceros de mitos santeros? Uno no sabe qué pensar en primera instancia (y quizás ni en última). ¿Qué es esa presencia con forma de hombre, cuya llegada instala una convivencia pasiva-agresiva en la familia y rompe con su esquemático y aparentemente perfecto mundo de vida?  Borgman puede ser cualquier cosa: un vagabundo, un jardinero, un vividor; quizás un vampiro, un ente sobrenatural, o incluso el mismo demonio (el incubo de Füssli, Mefistófeles, Abaddon, etc.). Probablemente sea tan solo una representación del conflicto que se desliza sigiloso por las entrañas o del riesgo inherente a la vida. O probablemente no. La trama siempre escapa de las lecturas evidentes y no sugiere nunca elaboradas metáforas o simbolismos, lo que hace que cualquier teoría sea válida. El filme puede interpretarse como una fábula siniestra sobre la inestabilidad de la vida cotidiana, como una historia singular de horror con tintes de humor negro o como una metáfora de los obreros derrotando a los burgueses, apartados económica, social y espacialmente de todos los demás.

Todo es un misterio en la película de Alex van Warderman. La decisión de que las motivaciones, los eventos y los verdaderos mecanismos de las influencias de estos entes permanezcan ocultos y entre las sombras, tiene la intención de poner al espectador a especular acerca de todo lo que rodea a la pesadilla terriblemente hostil que se despliega en la pantalla, pero que resulta, justo por eso, sumamente interesante.

Borgman juega con el azar y el aparente sinsentido que rodea a los angustiantes eventos que observamos. Expone en carne viva la fragilidad que puede anidar en cualquier círculo social, comenzando por la familia: Cualquiera de todas las que existen, es propensa a la destrucción, al desmembramiento, al abandono de la locura. Cualquiera es propensa de dejar entrar por su puerta a la calamidad más terrible, y sin saberlo, ponerse a su servicio. 


Titulo: Borgman
Director: Alex van Warmerdam
Año: 2013
País: Holanda-Bélgica-Dinamarca

martes, 15 de julio de 2014

De qué va la película/XVII: La Imagen Ausente


“Ser es ser percibido”, dijo el filósofo inglés George Berkeley. Con esto quería decir que la existencia de un hombre (o un objeto) se manifiesta en cuanto es percibido por otro ente capacitado para percibirlo. Se desprende de esto la importancia de la mirada, de la observación y la experiencia empírica, la sensible, como elementos fundamentales del éxito ontológico.


La discusión podría ejemplificarse con la pregunta conocida: si nadie escuchó ni vio al árbol caerse en medio del bosque, ¿éste realmente se cayó? La cuestión puede seguir e incluso llevarse al terreno artístico cinematográfico; La Imagen Ausente (Rithy Panh, 2013) es un vivo ejemplo de la necesidad de una imagen que pueda ser percibida, no como mera ilustración, sino como evidencia de la memoria; de que hubo historia. 



En 1975, en Camboya, el régimen dictatorial del general Lon Nol fue derrocado por el ejército de los llamados “Jemeres Rojos”. Su líder, Pol Pot, luego de tomar el poder, formó la Kampuchea Democrática, basada en ideales comunistas; pero sus acciones no hicieron nada más que frenar el desarrollo de sus ciudadanos e instaurar un régimen totalitario basado en ideas radicales y no poco crueles, que contemplaban un anti capitalismo extremo, pobre racionalización de la comida, trabajo agrario extenuante, fusilamientos arbitrarios y precarias condiciones de higiene y salud, que conducirían a lo que en la actualidad es conocido como “El genocidio camboyano”.

El director de La Imagen Ausente, vivió en carne propia los crímenes que los Jemeres Rojos perpetraron no solo contra sus conciudadanos, sino con su propia familia. Para armar el documental, buscó imágenes de aquellos tiempos, pero las pocas que encontró no eran suficientes. No permanecieron evidencias. Por tanto, decidió recrear  escenarios y situaciones con figuras de arcilla, transponiéndolos también con las contadas filmaciones que pudo rescatar, hechas por algunos camarógrafos que pertenecían a los propios Jemeres; con ellas trae al presente la memoria (su propia memoria) de una época de miedo, deshumanización y desolación; una época de pobreza material y espiritual y de violencia omnipresente; la hace visible a través de esas figuras infantiles y poco estilizadas, coloridas y de una primitiva belleza artesanal, que sin embargo no aminoran el impacto del relato. Esos rostros de arcilla inmóvil, que miran sin ojos, gritan sin emitir sonido alguno y erizan la piel de aquel que los ve (del que observa la memoria); las figuras encorvadas y enanas nos cuentan la historia de un pueblo en el que cada persona no poseía nada más que una cuchara, porque todas sus pertenencias (ropa, dinero, comida) le fueron arrebatadas por ser consideradas propiedad privada, por tanto, enemigas a la causa; cuentan la historia de un pueblo que trabajaba en campos de arroz diariamente y que solo descansaba para ser adoctrinado y alabar posters pegados en la pared de Marx, Lenin y Trotsky; cuentan la historia de un pueblo diezmado por experimentos, por fusilamientos, por represión; por la promesa de una sociedad perfecta basada en el orden, la explotación, el colectivismo y la abolición de la propiedad privada, por el miedo; por la soledad y por el hambre.

Las imágenes ausentes en este documental son aún más fuertes que cualquier otra, porque el hecho de que justamente no estén, o no haya, da cuenta de la atrocidad de los eventos. La evocación de las escenas inhumanas que provocan las figuras, la narración en off y los sonidos, contienen en sí mismas tanta tensión como cualquier material de archivo. Ese contrapunto entre lo naif  y lo atroz, provoca un choque que violenta pacíficamente al espectador y le lleva a ser testigo (y por ende ese otro necesario para existir) de un trauma histórico y una pesadilla colectiva que aún marcan a una sociedad.

Es curioso que una película con una forma tan fascinante y que está compuesta por imágenes atractivas, resalte en su título justo aquellas imágenes que le faltan, las ausentes. Pero eso quizás es una forma de instalarse en dos tipos de posturas contra el hecho: Homenaje a aquellos que cayeron (esos soldados desconocidos que terminaron sus días en fosas comunes) y su permanencia en el recuerdo como un acto subversivo (y con esto evoco el subversivo recuerdo único de Aureliano Buendía de todos los obreros muertos en el tren).

La Imagen Ausente es muchas imágenes; un filme que nos muestra aquello que no está, que nos hace contemplar detrás de la máscara, y así nos hace entrar en el juego dialéctico de ver-ser visto en el que todos, siempre, somos ambas partes; de esta forma, tanto nosotros como ellos nos reafirmamos y también reafirmamos la historia, el mundo; “Hay porque vemos”, ya escribió Pessoa. 


Titulo: L´image manquante
Director: Rithy Panh
País: Francia-Camboya
Año: 2013