miércoles, 30 de octubre de 2013

Cuentos memorables/IV: Sea por Dios y venga más!


Un día mi papá llegó a casa con un número de la colección de libros “Para leer de boleto en el metro” (que formaban parte de una iniciativa de promoción de la lectura que posteriormente fracasó, dado que las personas no regresaban los libros y porque en nuestro país se lee muy poco, entre otras cosas, pero eso es otra historia), muy emocionado por el descubrimiento de una historia que estaba en las páginas de ese libro. La leyó en voz alta para todos y yo terminé igual de encantado con ella, inscribiéndola entre mis cuentos memorables.


Se llamaba Sea por Dios y venga más! De Laura Esquivel, y es la historia que hoy les voy a compartir.



Laura Esquivel nació el 30 de septiembre de 1950 en la Ciudad de México. Comenzó su carrera como maestra y guionista de cine, actividad en la que ha obtenido diversos premios. Desde finales de los setenta escribe guiones de programas infantiles para el Canal Once. En 1985 incursiona en el medio cinematográfico con el guión de la película Chido One, El Tacos de Oro que, en 1987, obtiene una nominación al Oscar por parte de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Estados Unidos. En 1989 publica Como agua para chocolate, su primera novela, con un éxito mundial impresionante. La famosa historia que entremezcla amor y recetas de cocina ha sido traducida a 36 idiomas y permaneció por más de un año en la lista de best sellers del New York Times, al vender, sólo en Estados Unidos, más de tres millones de ejemplares, y otros tantos en español en el resto del mundo, convirtiéndose en una de las escritoras mexicanas más importantes de su generación. Fue la primera autora extranjera en ser premiada con el American Booksellers Book of the Year en 1994.*

En el cuento que protagoniza esta entrada, una mujer, cuyo nombre nunca sabemos, accede a la petición de su esposo, el machista Apolonio (él si tiene nombre), de que lo deje tener una amante de planta, la joven Adela, a quien conoce desde chica. Luego de un tiempo, Apolonio comienza a llegar tarde a casa, a comprarle cosas a Adela que a su esposa nunca le compró, a llevarla a bailar cuando a ella nunca la llevó. Esto provoca que la protagonista comience a sentirse desplazada, sentimiento que la llevará hasta las consecuencias más terribles.

Sea por Dios y venga más! está contenido en el libro de cuentos Íntimas suculencias. Es una historia brutal, no obstante de estar contada en tono de comedia. El hecho que retrata es una reflexión acerca de la posición de la mujer en una sociedad tan fuertemente machista como la mexicana. Se da cuenta de cómo la mujer se encuentra en una posición de víctima y donde el victimario es la misma persona con la que comparte techo. Es un retrato terrible de la opresión y la sumisión, que invita a pensar la condición social en la que nos encontramos y considerarla como nociva. No solo para las mujeres, sino para todos. 

A continuación, les dejo un fragmento del cuento. 

“Toda la culpa de mis desgracias la tiene la Chole. Apolonio es inocente, digan lo que digan. Lo que pasa es que nadie lo comprende. Si de vez en cuando me pegaba era porque yo lo hacía desesperar y no porque fuera mala persona. Él siempre me quiso. A su manera, pero me quiso. Nadie me va a convencer de que no. Si tanto hizo para que aceptara a su amante, era porque me quería.

Él no tenía ninguna necesidad de habérmelo dicho. Bien la podía haber tenido a escondidas, pero dice que le dio miedo que yo me enterará por ahí de sus andanzas y que lo fuera a dejar. Él no soportaba la idea de perderme porque yo era la única que lo comprendía. Mis vecinas pueden decir misa, pero a ver, ¿quiénes de sus maridos les cuentan la bola de amantes que tienen regadas por ahí? ¡Ninguno! No, si el único honesto es mi Apolonio. El único que me cuida. El único que se preocupa por mí. Con esto del sida, es bien peligroso que los maridos anden de cuzcos, por eso, en lugar de andar con muchas decidió sacrificarse y tener sólo una amante de planta. Así no me arriesgaba al contagio de la enfermedad. ¡Eso es amor y no chingaderas! ¡Pero ellas qué van a saber! […]”

Aqui, el texto completo:


Saludos y comenten si la entrada les gusto. Tan tán.

*Datos de la autora obtenidos de:

--Biografía, Laura Esquivel. Disponible en [http://lauraesquivel.com.mx/biografia.html] Consultada el día 27 de octubre de 2013
--Laura Esquivel, biografía. Disponible en [http://www.puntodelectura.com/es/autor/laura-esquivel-1/] Consultada el día 27 de octubre de 2013


sábado, 19 de octubre de 2013

De qué va la película/VII: Gravedad


Pantalla en negro. Letras blancas aparecen, advirtiéndonos, entre otras cosas:

En el espacio no hay oxígeno.
No hay gravedad
Nada trasmite el sonido.
La vida en el espacio es imposible.

Aparece el título: GRAVEDAD. Un sonido inquietante comienza a elevarse hasta que alcanza un volumen alto, muy alto, y cuando parece ser insoportable… Corte abrupto al silencio y vemos la tierra, majestuosa.


En ese momento pensé: Estoy a punto de ver una gran película. Y no me equivoqué.


Gravedad, demuestra que Alfonso Cuarón ha llegado a la madurez como cineasta. Si bien yo no cuento a Niños del hombre como un filme de mi agrado, es cierto que en él ya demostraba con notable vigor una gran destreza técnica y narrativa. Sin embargo, es en esta odisea espacial donde su sello adquiere dimensiones superiores.

La premisa es sencilla: La estación espacial donde trabajan la Dr. Ryan Stone (gran Sandra Bullock, sosteniendo impecablemente la película) y Matt Kowalsky (un adecuado George Clooney, que provee el sentimiento de seguridad, compañía y distensión en la historia), es golpeada por basura espacial, provocando que la doctora Ryan se suelte de la estructura y comience la odisea de tratar de volver a la seguridad y, de ser posible, al planeta.

Los logros técnicos de filmación, fotografía y sonido son insoslayables. La película inicia con un plano-secuencia impecablemente planeado de 13 minutos de duración, donde la cámara entra y sale, se aleja y se acerca, hasta que capta el momento desesperante del incidente; Sandra Bullock como un punto blanco alejándose en un fondo totalmente oscuro que se antoja infinito. Genuinamente aterrador. Minutos después, otro plano-secuencia bellamente filmado se vuelve un stablishing shot, luego un close up, luego un plano subjetivo y hasta un travelling. Recuerdo el plano-secuencia de Niños del hombre y, aunque aquel ya era increíble, estos son definitivamente superiores. (Mención especial para el momento en el que la doctora entra en la Soyuz; su posición fetal es una toma milimétricamente planeada. Bellísima).

Presten especial atención al sonido. Los silencios son imprescindibles. No escuchamos el impacto de la basura espacial contra las estructuras. No obstante, son ruidosas. El espacio grita en su silencio.

La música es adecuada, acompaña a las escenas perfectamente, entrando en momentos clave, los de más tensión. Aviven sus oídos, que los necesitarán.

En cuanto a Emanuel Lubezki, quiero decir que se ha superado sí mismo. El manejo de la luz es sencillamente impecable. La tomas de la tierra captan su belleza y nos la muestran inmensa, majestuosa en su aura azul. Resplandece. Gravedad posee unos de los mejores y más realistas gráficos del espacio que he visto en mucho tiempo. No creo que un premio sea necesariamente índice de la superioridad de algún producto, sin embargo sería un crimen que Lubezki no estuviera nominado para un oscar, o cualquier otra condecoración. La fotografía es majestuosa.

Sin duda estamos ante una gran película. Una obra que expone madurez y dedicación. Nos demuestra como un entorno donde aparentemente “nada” te puede herir, resulta agresivo y desesperante. La nada es claustrofóbica en su inmensidad. Y eso lleva a que nos percatemos de que la búsqueda de la gravedad, justamente, es el centro de todo; no solo la física, la de la tierra, la que atrae tu cuerpo al suelo y te permite moverte libremente, también la emocional. Esa fuerza que Ryan Stone ha perdido, la de atraer personas constituyendo ella misma un sol. La gravedad, irónicamente, es la gran ausente.

Gravedad da cuenta de un caos bellísimo, del drama humano y demuestra que la nada y la lejanía son pesadas, que no hay laberinto más terrible que aquel que no tiene pasadizos (como el cuento de Borges)*. Cuarón toca temas universales. Ryan Stone es como un feto en su líquido amniótico, segura en su pequeño espacio flotante… pero sola. Sin una vida. Necesita renacer, sentir la gravedad atrayéndola al suelo; necesita pisar la tierra y usar sus piernas, aunque estas sean débiles. Luego encontrarán la fuerza.

Título: Gravity
Dirige: Alfonso Cuarón
Producción: Estados Unidos, Reino Unido
Actúan: George Clooney, Sandra Bullock, Ed Harris, Paul Sharma
Guión: Alfonso Cuarón, Jonás Cuarón
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Duración: 90 min.
Año: 2013

*Los dos reyes y los dos laberintos, contenido en el libro de cuentos El aleph


sábado, 12 de octubre de 2013

De qué va la película/VI: Sunshine, el amanecer de un siglo


Si alguna palabra puede describir a la película del director húngaro, Istvan Szabo, esa sería, sin duda, “ambiciosa”. Sunshine es una película grande; grande en contenido, en manufactura y en extensión. No debe ser fácil dirigir una película épica de tres horas de duración, que abarca prácticamente cien años de la historia de un país y tres generaciones de una misma familia; Y la dificultad se nota. 



Haciendo un recorrido histórico a través de la trayectoria de tres miembros de una familia judía, padre, hijo y nieto (interpretados por el mismo actor, un impecable Ralph Fiennes que logra dotar de una personalidad propia a cada personaje, a pesar de sus notables similitudes de carácter), la película da cuenta de las duras condiciones de vida durante el siglo XX, no solo para los judíos, sino para toda Europa. A través del caso particular de la familia Sors (antes llamada Sonnenschein), el panorama mundial se despliega antes nuestros ojos, haciéndonos testigos, como indica el subtitulo, del amanecer de un siglo.

De esta forma, al inicio, se da cuenta de la Primera Guerra Mundial, con la historia de Ignatz Sonnenschein, quien luego de sobreponerse al fuerte antisemitismo logra convertirse en Juez, no sin antes cambiar su apellido a Sors, para “hacerlo más húngaro”. En este fragmento ocurren las rupturas: la global, con el mundo en guerra, y la local en el núcleo mismo de la familia: con ese cambio de nombre, se pierde simbólicamente la tradición judía que el padre de Ignatz tanto procuraba y que no será recuperada sino hasta el final, es decir, en más de ochenta años. Aquello que daba identidad a la familia y era su rasgo distintivo, se pierde por las presiones del entorno. La cohesión se ha quebrado. De ahora en adelante será la historia de una familia que busca integrarse adecuadamente al territorio donde viven; un lugar en el que saben y sienten, nunca serán aceptados.

Se llega entonces a la historia de Adam Sors, hijo de Ignatz. Esta vez, el periodo cubre de los años treinta hasta fines de la Segunda Guerra Mundial. Adam es un destacado esgrimista que participa en las olimpiadas de 1936, ganando la competencia mundial. Sin embargo, esto no lo salva de la cacería emprendida contra los judíos por el régimen nazi. Adam Sors muere en un campo de concentración, congelado (en una escena genuinamente escalofriante, maravillosamente lograda), ante la mirada atónita de su hijo, Iván, el narrador de la película y protagonista del tercio final, quien al crecer se desenvuelve como oficial en el comunismo estalinista.

Si bien tachar a algo o a alguien de “ambicioso” tiene connotaciones positivas (la más de las veces), en este caso es un arma de doble filo. Y es que el director Istvan quizo abarcar tantas cosas, que al final no parece abordar ninguna con la profundidad que parece buscar. En las tres generaciones de Sors, vemos un intento constante por agradarle al sistema, de volverse parte de él; quizás así terminarán siendo aceptados. Pero eso nunca ocurre. De ahí el mensaje final: acéptate como eres, busca tus raíces y asienta bien tu identidad. 

La ambición de Sunshine tampoco sobrevive más allá de la hora y media de la película. Luego de ese tiempo, el ritmo se va aletargando y la agilidad lograda en el primer segmento y pasada la mitad del segundo, solo ha dejado vestigios. Sin embargo, la espléndida actuación de Fiennes (y del resto del reparto, muy cumplidor) salva el tercer acto del metraje.

Esta no es una historia de malos contra buenos, la historia va más allá. La pasión y el desgarro abundan; los dilemas morales, la dificultad de las decisiones. Sunshine  es, definitivamente, una película con mucha substancia. Si Szabo no hubiera sido tan ambicioso, quizá sería un filme más profundo aún; tal vez abarcaría menos, pero llegaría más lejos en su tratamiento de los temas. Sunshine se queda a medio camino de ser una extraordinaria película, pero sin duda, vale la pena invertir tres horas para ver tres vidas. Todas tienen algo que decir.

Director: Istvan Szabo
Origen: Hungría, Alemania, Canadá, Austria. 1999
Duración: 180 min.
Protagonistas: Ralph Fiennes, Rosemary Harris, Jennifer Ehle, Rachel Weisz, Deborah Unger, Molly Parker, John Neville, James Frain, William Hurt.

viernes, 4 de octubre de 2013

Textos/VII: Cerca el fin


De que forma se agota este mundo,
con la prisa mortal del que nada espera,
a que acabe el desfile de muertos, que se divise el último,
para integrarse a la caravana,
para revolcarse entre cenizas y humo.

Cada latido es un disparo al pechoc
cada respiración, un aliento de muerte;
gritos sordos, gemidos mudos;
ojos rojos, ciegos, cansados de mirar al sol,
Buscan la penumbra, el descanso en la sombra.

Lágrimas que mojan las heridas sangrantes,
perros con sarna custodiando fielmente un pedazo de carbón,
porque un diamante en potencia hay en su interior;
perdedores luchando, avivando glorias vacías;
vidrios rotos, ventanas abiertas, puertas sin tirador.

De que forma se agota este mundo,
Dios se quedó dormido -como dijo el poeta-,
derramó la tinta sobre el texto:
ya no se lee nada, todo quedó ennegrecido:
ya no se entiende nada, perdió sentido.
Despierta, Diosmio.






*Pintura “El mundo de Cristina”, de Andrew Wyeth.