Hace poco fui al cine a ver: No sé si quiero cortarme las venas o dejármelas largas, una película de
comedia mexicana. La sala estaba medianamente llena. Algo distinto en la
cartelera parece que es lo que las personas prefieren ver. Y es que parece que en la última década, el cine mexicano vive en
una etapa de estancamiento. Digo parece, porque la realidad no es enteramente
así, pero el espectro está lo suficientemente limitado para hacer pensar que
si. El cine mexicano, si bien ha salido un poco de su crisis y se le podría
sugerir un auge próximo, aún no está en condiciones de considerarse en un
estado saludable. Una defensa del cine nacional es necesaria y urgente; el cine
concebido como bien cultural, es algo que a nivel gubernamental y social,
requiere un reposicionamiento. Quien esto escribe, considera que son
básicamente 3 los puntos que deben ser considerados para reactivar la industria
fílmica del país.
El primer punto y el de más
gravedad en estos momentos, es el problema de la distribución y la exhibición.
Si en años anteriores el acento del problema estaba puesto en la producción de
materiales fílmicos, ahora lo que necesita una reforma con urgencia, es la
exhibición. Ahora se hace mucho más cine del que se ve. Por poner un ejemplo:
La Época de Oro, como ya se sabe, fue increíble para el cine nacional. En 1951,
se estrenaron 111 películas mexicanas. Un número indicador de buena salud. De
retorno al presente, el año pasado se exhibieron 67 películas de las 112
producidas y más de la mitad salieron con menos de 50 copias y fueron
estrenadas solo en el Distrito Federal, con poca o nula exhibición en otros
estados de la república. Es decir: el cine nacional, no es nacional. Vaya
contradicción.
Sumémosle a este punto la
hegemonía que sigue manteniendo Hollywood en la mayoría de las cinematografías
del mundo, de lo cual México no es la excepción. El año pasado, de las 319
películas estrenadas en el país, 143 eran estadounidenses, representando un 45%
de la cartelera y acaparando un 89% tanto de la taquilla como de la asistencia.
Cifras altas con las que el porcentaje de asistencia al cine mexicano no puede
competir (contó con solo un 4.79% de asistencia).
Con este panorama, es
evidente la urgencia de alguna ley proteccionista o un organismo regulador, que
respalde y asegure la exhibición del mayor número de películas mexicanas
posible. Algo parecido a lo que hace Francia con su cine; protegerlo ante la
importación de productos audiovisuales extranjeros, garantizándole apoyos en
casi todos los niveles: producción, desarrollo, exhibición y distribución, por
medio del otorgamiento de presupuestos y capitales suficientes.
El segundo punto a
considerar, creo yo, recae en el contenido mismo de los productos fílmicos
actuales. Y es que parece que la oferta no es muy amplia: o ves una película de
denuncia, con narcotráfico incluido, o una inscrita en el llamado slow cinema,
tan en boga últimamente, con tomas interminables de 10 minutos y un estilo
contemplativo que induce a un estado soporífero. No digo que esté mal, el cine
es un arte, muestra la realidad y la denuncia. Pero no solo eso es el cine. El
cine es también un entretenimiento y los contenidos actuales parece que lo
tienen poco en cuenta. Los géneros que más acude a ver el público es el drama,
con un 32% de asistencia el año pasado y el documental, con un 14%. Sin
embargo, este año la película Nosotros los nobles se convirtió en la más
taquillera de la historia, superando a la que ostentaba el trono, El crimen del
padre Amaro. Creo que una sola excepción desequilibra la regla.
La audiencia quiere ver
contenidos diferentes, quiere ver otra cosa, no solo descabezados, drogas y
vidas destruidas por el narcotráfico y la violencia. Se necesita producir más
cine de género. Se requieren nuevas narrativas que contemplen la comedia, el
cine negro, el suspenso, el terror, la ciencia ficción, la animación. Del mismo
modo, se precisan nuevos talentos histriónicos (ya basta de Bichires, de
Higareda, Alcázar y Cosío. Hasta ellos se han vuelto clichés) que representen
el cine actual. Necesitamos nuevos talentos preocupados por el futuro del cine
mexicano, que no teman contar historias diferentes (más 2033, Depositarios,
Nosotros los nobles, Somos lo que hay, Temporada de patos, y Lake Tahoe, por favor). Los contenidos son
importantes. La forma de contarlos, también.
El tercer punto, por último,
mira directamente al espectador. Por favor, se necesita un salto de fe. Se
requiere que el público mexicano crea en el cine mexicano y lo apoye. Es
evidente que la asistencia a las salas de cine es influenciada por varios
factores y que el visionado de películas mexicanas es restringido, justamente,
por los dos puntos que traté arriba; no obstante, nosotros (me incluyo: también soy un espectador), el público, tenemos el poder de hacer que
esto cambie. Y ese cambio no se dará si siguen los números como hasta ahora: Un
54% de la audiencia dice que prefiere ver una película extranjera y solo un
18%, una nacional. Un aspecto a resaltar dentro de las estadísticas, es que el
factor que más influye para que un individuo vaya a ver una película mexicana
es por recomendación. Recomendemos más, entonces. Debe promoverse la producción
nacional, los estrenos, agotar los boletos para las salas de exhibición
mexicana. Ojo, yo no soy partidario de promover el cine “solo porque es
mexicano”. Si no es una buena película, no se recomienda. Pero hay muchas
producciones más que decentes que se quedan con salas vacías, buenos productos
que no pasan de una semana en cartelera. No hay que dejar que se queden sin
público.
Estos 3 puntos expuestos
resumen mi visión sobre los trabajos que deben hacerse para rescatar al cine
mexicano y llevarlo a buen puerto. ¿Porqué no tenerle un poquito de fe? Hay
mucho trabajo por hacer, y sin duda, habría muchas cosas más que agregar a la
lista; estos problemas no son nuevos, se vienen arrastrando desde hace mucho
tiempo. Pero ya se ha dicho demasiado. Es tiempo de actuar ahora, para que se
hable con orgullo de un Fernando Eimbcke, de un Eduardo Naranjo, de un Everardo
González, de una filmografía nacional actual, y no se hable con nostalgia de
Pedro Infante, Irma Dorantes y Arturo de Córdoba, como si solo ellos portaran
honrosamente el título de “Cine mexicano”. Defendamos el presente.
*Todas las cifras obtenidas del IMCINE
Estoy de acuerdo con usted. El monopolio en la industria cinematográfica ha estado casi desde sus inicios; desde que se le vio oportunidad de explotación comercial, a la par desarrolló una tangente: la de la espectacularidad. Por ende como bien cultural se consume de acuerdo a los índices de entretenimiento que generan los diversos contenidos (independientemente de la calidad, ya que en estos casos es completamente subjetiva). Lo contraproducente radica en que el espectador-consumidor, no puede o quiere discernir más allá de su individualidad.
ResponderBorrarOtro caso es el interés de productores, directores, exhibidores (que actualmente en México recae en un duopolio: Cinemex y Cinépolis), por asegurar una ganancia a nivel internacional. Pero no todos los realizadores del arte cinematográfico tienden a irse por dicha tangente.
Un gusto leerle señor :)
Asi es, Ladie Maleficarum, ya ve que aqui en México los "polios" (duos o monos) son comunes. Efectivamente, Cinemex y Cinépolis privilegian exhibiciones extranjeras más que mexicanas.
BorrarQue bueno que le agradó, siga visitando el blog y comentando. Saludos!
:)
Absolutamente de acuerdo pero...¿esta buena No sé si quiero cortarme las venas o dejármelas largas? jajaja es que no la vi
ResponderBorrarJajaja es un extraño experimento. El argumento debe funcionar mucho mejor en teatro.
Borrara bueno, entonces no creo haberme perdido de mucho ¿no? jajaja
BorrarJaja, pues... no, no te perdiste de mucho. ;)
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