El
paso del tiempo es un tema que siempre ha seducido al humano. El saberse finito
lo ha llevado a explorar el transcurrir del tiempo en un sinfín de formas,
conservando siempre el elemento de aceptación ante el hecho de que la vida
avanza en un eterno ahora, que apenas un instante después se vuelve pasado. Y
que todo lo dicho, lo hecho y lo vivido, se quedarán eternamente en las cosas,
lugares y personas donde se pusieron. Y que no volverán nunca.
Sin
embargo, al mismo tiempo, coexistiendo con esta idea medianamente fatalista,
también existe esa idea de que el tiempo nos cura y se lleva todo aquello que
dolió, todo lo que en su momento nos causó problemas, reemplazándolo por otros
dolores y problemas nuevos. Y que la persona que vemos en el espejo es siempre
una persona distinta, aunque sea la misma, tal vez un con un barro nuevo en la
nariz o con otro corte de cabello y que definitivamente ha abandonado las
mejillas rechonchas de hace un par de años.
El
director Richard Linklater ha dejado muy claramente una cierta obsesión por el paso de los años. Tan
solo con citar su trilogía de Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004)
y Antes de la medianoche (2013), donde siguió la evolución de una pareja, desde
que se conocen siendo unos jóvenes, hasta cuando tienen que lidiar con los
problemas y el cansancio inevitable de la vida en pareja una vez cumplidos
varios años de casados, en tres películas con intervalos de 9 años en la
ficción y en la realidad. Esta vez vuelve a hacerlo en su nueva (y, según declaraciones
suyas, su última) película, Boyhood (2014), un ejercicio cinematográfico grande
en manufactura y en sentimiento.
Boyhood
sigue la vida de un niño, Mason (Ellar Coltrane) y su familia (su hermana,
interpretada por Lorelei Linklater y sus padres, Patricia Arquette y Ethan
Hawke), a lo largo de 12 años de vida. Lo que veremos en pantalla son, como su
subtítulo en español lo indica, momentos de una vida dentro de un núcleo
familiar como cualquier otro. Presenciamos los desengaños, los momentos
tristes, las parejas que vienen y van, los momentos alegres, los días con el
padre, la escuela; fragmentos de lugares y vivencias, que se van acumulando y
al mismo tiempo se escapan cuando el filme avanza. Una crónica sobre la vida,
pues al inicio del filme Mason cuenta con 6 años y finaliza cuando entra a la
universidad. Lo acompañamos en ese camino no pocas veces sinuoso que es crecer
y lo abandonamos aún con mucho futuro por delante. El sentimiento nunca es
barato y la nostalgia que provoca, siempre es verdadera.
Se
trata de un ejercicio cinematográfico ambicioso. El rodaje, iniciado en 2002 y
terminado en 2013, contó con los mismos actores desde el principio hasta el
final; los histriones crecieron como sus respectivos personajes. Boyhood fue
filmada poco a poco, en 39 días de rodaje repartidos en 12 años; El acuerdo fue
juntarse una vez por año, para filmar una nueva etapa de la vida de Mason y su
familia.
La
experiencia resulta conmovedora, pero nunca fatalista ni sensiblera. Los
conflictos que presenciamos en la vida de Mason, son los de una familia relativamente
común y corriente, donde los buenos momentos no son engrandecidos por esa manía
ensalzadora de la bonhomía, ni los malos condenados irremediablemente. Las
tragedias nunca son tan amargas, ni todo tan maravilloso, sino que vemos pasar
los sucesos como a menudo pasan en nuestras vidas la mayor parte de los días:
cotidianamente. Porque nunca somos tan conscientes, ni el más analítico del
mundo, de lo que está pasando en el diario. Los días pasan y hacemos planes,
vemos personas y comemos. Incluso los puntos nodales de nuestra existencia
pasan en un instante; cuando menos lo notamos, ya estamos en otra parte. Igual pasa
aquí: Cuando menos lo notamos, Mason ya luce más alto y se cortó el cabello, su
madre tiene más arrugas en el rostro y su padre tiene canas en las sienes.
De
esta forma, la sencillez y, hasta cierto punto, la banalidad de la vida de
todos los días, se vuelven las principales armas de la película. Atrevo el
comentario de que, así como hay grandes productos que evocan determinados
tiempos y épocas, Boyhood podría considerarse (obviamente guardando las
distancias) una crónica del núcleo típico familiar que ha vivido en la década
del 2000, porque todo lo que vemos es común de la primera década del nuevo
siglo; niños que viven con un solo padre y ven al otro los fines de semana, que
viven con las nuevas parejas que van llegando, que ven Harry Potter y juegan
Xbox o Nintendo Wii, que escuchan a Britney Spears y a Lady Gaga. Porque el
relato de una década de vida de una familia, también es el relato de la
tecnología, de la política, de las nuevas formas de familia. Las personas
cambian junto con el mundo. Todo avanza. Todos vamos dejando cosas atrás.
Quizás
Boyhood es un filme que funciona mejor visto y entendido en su conjunto, más que
por la brillantez de ciertos aspectos individuales. Porque el sabor a
entrañable se logra hasta que llega el último plano y comienzan los créditos
finales. De la misma forma, la línea es delgada entre el paso normal del tiempo
y un cierto ritmo cansino, pero dos factores logran evitar que el filme caiga
por completo en este último: la propia pericia de Linklater para impulsarlo cada
vez que parece estancarse con un nuevo episodio, y sus propios actores. Ellos lo
sostienen por completo y de no ser tan buenos, tal vez el mayor interés de la
película recaería solamente en sus doce años de rodaje. Afortunadamente no es así,
y todos logran mover las fibras más sensibles del espectador con actuaciones
honestas y sólidas (Ethan Hawke y Patricia Arquette, más que increíbles; Ellar
Coltrane muy en su papel de un joven algo callado, pero con cierto aire de
misterio; y Lorelei Linklater, cumplidora).
A
final, Boyhood es un viaje por ciertos pasajes de la vida de una familia, con dosis
parejas de nostalgia, sensibilidad, cliché y banalidad. Porque así vivimos
todos los días, todo el tiempo; caminando entre vestigios del pasado, en medio de
días llenos de emociones y algunos otros que seguramente no recordaremos nunca;
entre banalidades de juegos y el día que empacas para irte a vivir otra parte;
en medio de la familia y la soledad. Sin embargo, todo eso lo notamos hasta que
vemos todo en retrospectiva. Mientras tanto, siempre es “ahora”.
Título: Boyhood
Director: Richard Linklater
Año: 2014
País: Estados Unidos
Actúan: Ellar Coltrane,
Ethan Hawke, Patricia Arquette, Lorelei Linklater