domingo, 15 de febrero de 2015

Ni largos ni medios: Cortos/VII: Alexia


No cabe duda que las redes sociales electrónicas tienen, a veces, más información sobre nosotros que muchas de las personas que conocemos. Los que las usamos regularmente, ponemos siempre retazos de nuestra vida aquí y allá: la música que nos gusta, los programas que vemos, las relaciones que cultivamos. Todo se va quedando ahí guardado, expuesto a todos aquellos a los que dejamos entrar a nuestro muro (entrados en herejías, quizás la extensión cibernética del espíritu. Quién sabe).

Ahora, imaginen que la persona que aman, muere. Ella tenía un facebook, como prácticamente cualquiera, que queda abandonado ante el deceso de su dueña. Ante la tragedia, movidos por la curiosidad enfermiza y el inevitable recuerdo, por la noche no cesan de ver el perfil de su ex pareja, donde las canciones y los estados bobos han sido reemplazados por tristes condolencias y referencias al pasado. Para colmo, la foto de perfil sigue mostrándolos a ustedes dos juntos, y así se mantendrá, inevitablemente, porque ella, Alexia, ha muerto.

Sin embargo, pronto algo inesperado pasa. De pronto, ante el cobijo nocturno y el silencio sepulcral de la habitación, un inbox les llega. ¿Quién es? Se preguntan. A esta hora, quién querrá platicar. Miran el mensaje.

Es Alexia. Que aún muerta, quiere hablar. Contesten.


Si no, se enojará. 



Siguiendo la tradición de poner pequeños grandes relatos de terror (que han sido particularmente bien acogidos por el público, gracias), hoy les comparto este cortometraje del director y guionista argentino Andrés Borghi, reconocido por el hilarante cortometraje Otakus (2007) y mundialmente famoso por haber dirigido el corto Working Day, nombrado ganador en el año 2010 del concurso Your Big Break, celebrado en Nueva Zelanda y donde el productor y director Peter Jackson lo seleccionó como ganador.

Director de varias producciones caseras e independientes, Borghi presenta ahora Alexia, un cortometraje de terror que ha sido presentado, con éxito, en varios festivales especializados (SITGES, MÓRBIDO, HORRIBLE IMAGININGS, etc.). Llegué a conocerlo gracias a que un amigo me lo compartió en facebook a través de su página http://www.erinares.com/ y cuando terminé de verlo, pensé que debería estar en este espacio. Sin más, se los dejo a continuación. 



PD: Les dejo la página oficial de Andres Borghi, donde pueden ver todas sus producciones. Vale la pena.


Saludos a todos. Felices pesadillas facebookeras. 


lunes, 2 de febrero de 2015

De qué va el libro/VII: Trilogía de la Fundación


La controversia por el futuro es interminable. Las ganas de anticipar el tiempo venidero tal vez nunca se extingan, debido a esa manía curiosa propia del ser humano por conocer qué hay más allá de lo que ahora ve y sabe; tal vez una manía que responde a un inevitable afán controlador, incluso del tiempo que aún no llega… y a la resistencia del miedo contra la incertidumbre.

El género de Ciencia Ficción (término acuñado por primera vez en 1926 por Hugo Gernsback en su revista Amazing stories) relata historias más bien especulativas que nos hablan del impacto de las innovaciones tecnológicas, en ámbitos que van desde lo social hasta lo político, pasando por las relaciones humanas y hasta los encuentros con otras formas de vida. Sus límites siguen siendo indeterminados, pues es un género que se nutre de la ciencia, de la tecnología, de la química, del devenir mismo de nuestras sociedades en todas sus estructuras. Y ahí está la magia: hay carta abierta a la imaginación.


Hay bastantes representantes más que geniales de la Ciencia Ficción, pero sin duda una de ellos es insoslayable: Isaac Asimov. Nació en Rusia en 1920 y emigró con sus padres a Estados Unidos a los 3 años. Desde pequeño tuvo gran afición por la ciencia ficción, por lo que desde los 11 años comenzó a escribir pequeñas historias, logrando vender la primera de ellas a los 18. De ahí en adelante, la escritura se volvería en otra de sus pasiones que ya no abandonaría nunca. Asimismo, estudió Bioquímica en la universidad de Columbia y fue catedrático de la universidad de Boston. Entre sus escritos más famosos, se encuentra Yo, robot (1950), Las Bóvedas de Acero (1954), El Sol Desnudo (1957) y Un Guijarro en el cielo (1950). Murió en 1992. 



Asimov, no obstante, es autor de una de las mayores sagas de Ciencia Ficción escritas: la Trilogía de La Fundación, compuesta por Fundación (1951)*, Fundación e Imperio (1952) y Segunda Fundación (1953), ganadora en 1966, en la XXIV Convención Mundial de Ciencia Ficción, del premio Hugo a la “Mejor Serie de Novelas”. Una saga imperdible tanto para los amantes del género, como a los de la literatura en general.

La Trilogía de la Fundación transcurre decenas de miles de años en el futuro, donde el humano se ha diseminado por toda la galaxia, pero sigue unido en un único y colosal Imperio Galáctico, conformado por miles de planetas. La capital es Trántor, una ciudad-mundo que alberga los principales centros políticos y económicos. Aunque todo parece prosperidad, un psicólogo, Hari Seldon, preveé la inevitable y funesta caída del Imperio con ayuda de la Psicohistoria, una excepcional disciplina que conjunta la Sociología con las Matemáticas y la Estadística, con la que puede vaticinar el comportamiento de grandes masas humanas (pero SOLO de grandes masas). De esta forma, para adelantarse a la barbarie de 30,000 años que sucederá al colapso del Imperio, crea la Fundación en un extremo de la galaxia, una asociación de científicos cuyo destino es, según las palabras del propio Hari Seldon, ser el núcleo de un segundo Imperio Galáctico que se formará luego de tan solo mil años de barbarie.

El poderío de la Fundación crece, sorteando muchos obstáculos de una y mil formas, hasta que la aparición de El Mulo, un mutante con poderes psíquicos, desafía todas las previsiones, poniendo en peligro el cumplimiento del llamado Plan Seldon, pues escapa a todos los cálculos posibles. La salvación de la galaxia necesitará entonces la mano de la Segunda Fundación, totalmente secreta, de la que todos habían oído hablar, pero de la que nadie sabía absolutamente nada… salvo que estaba en el extremo opuesto de la galaxia



Con esta atractiva base, que es apenas la punta del iceberg en la historia, estamos ante una de las mayores obras escritas de ciencia ficción, tanto en planteamiento como en amplitud. La ambición de Asimov con La Fundación es realmente inmensa y la ejecución está lejos de ser solo “buena”; él mismo declaró que la base para el esbozo de esa “historia del futuro”, toma prestados los anales de la historia humana del pasado, irónicamente. Asimismo, la forma de desarrollar los conflictos y de resolverlos, la creatividad de las ideas y del relato, así como las muchas vueltas de tuerca, revelan una planeación que va más allá de la construcción dramática de un relato ficticio, sino que expone la formación científica de su autor; basta ver una entrevista suya para entender el tono y porqué la ciencia ficción le parecía tan interesante: era una forma de atreverse a lanzar hipótesis acerca de las novedades científicas y sus posibles alcances. No en vano, y por dar un ejemplo concreto, a Asimov se le atribuye la acuñación, en 1942, del término “Robótica”, para designar la ciencia que estudia a la creación de robots**, así como la concepción de las tres leyes fundamentales de ella, que, aún salidas de la ficción, han permeado las investigaciones en el campo.

En los cincuenta, las ideas de viajar a miles de años luz en el espacio, los campos de fuerza, las redes de comunicación que interconectaban personas, grupos y sociedades enteras, por mencionar algunas, eran novedosas y respondían a un impulso tecnológico que a inicios de la Guerra Fría aún tenía muchos frutos que dar; en prácticamente toda la producción literaria de Asimov, no se oculta ese optimismo tecnológico propio de los años en los que escribió La Fundación, esos tiempos donde la idea de que existieran aparatos personales conectados a una super computadora con miles de bases de datos llenas de información era tan solo fantasía. Con todo eso, es cierto que muchas cosas de las que propone son inocentes y se quedan cortas de alcance, pero vaya, si ni aún nosotros sabemos qué pueda hacerse en el futuro, la excusa es más que entendible.


Cabe destacar que, a pesar de que solo se plantea a la Trilogía de la Fundación como la original y la más importante, la saga completa está compuesta por alrededor de 15 libros*** repartidos entre cuentos y novelas, y donde cada uno cuenta historias relacionadas con toda la progresión tecnológica y social del mundo ideado por Asimov.

Este tipo de consideraciones tanto históricas como personales, develan la justa importancia de una saga que ha cautivado a muchos y cuyas influencias se pueden percibir en una enorme cantidad de historias añejas e incluso actuales, que toman lugar en el terreno galáctico. La deuda con Asimov es vano negarla, y más aún, difícil de pagarla. Así pues, espero que disfruten la lectura de la Trilogía de la Fundación, que les aseguro que no se arrepentirán ni un instante. Un mundo y un relato fascinantes, los esperan en las páginas del grandioso Ciclo de Trántor.


Notas

*Es importante destacar que este primer libro es la unión de 5 relatos cortos que fueron publicados originalmente en la década de los cuarenta en la revista Astounding Science Fiction, dirigida por el editor John Campbell, pilar fundamental en el desarrollo de la Ciencia Ficción.

**Palabra acuñada en 1920 por el checo Karel Capek, en su obra teatral R.U.R

*** De los cuales solo dos son secuelas de la trilogía original: Los Límites de la Fundación (1982), Fundación y Tierra (1983), y otros dos son precuelas: Preludio a la Fundación (1988) y Hacia la Fundación (1993); todos escritos casi 30 años después del último libro de la trilogía original por presiones editoriales

miércoles, 21 de enero de 2015

De qué va la película/XXIII: Boyhood


El paso del tiempo es un tema que siempre ha seducido al humano. El saberse finito lo ha llevado a explorar el transcurrir del tiempo en un sinfín de formas, conservando siempre el elemento de aceptación ante el hecho de que la vida avanza en un eterno ahora, que apenas un instante después se vuelve pasado. Y que todo lo dicho, lo hecho y lo vivido, se quedarán eternamente en las cosas, lugares y personas donde se pusieron. Y que no volverán nunca.

Sin embargo, al mismo tiempo, coexistiendo con esta idea medianamente fatalista, también existe esa idea de que el tiempo nos cura y se lleva todo aquello que dolió, todo lo que en su momento nos causó problemas, reemplazándolo por otros dolores y problemas nuevos. Y que la persona que vemos en el espejo es siempre una persona distinta, aunque sea la misma, tal vez un con un barro nuevo en la nariz o con otro corte de cabello y que definitivamente ha abandonado las mejillas rechonchas de hace un par de años.


El director Richard Linklater ha dejado muy claramente una  cierta obsesión por el paso de los años. Tan solo con citar su trilogía de Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes de la medianoche (2013), donde siguió la evolución de una pareja, desde que se conocen siendo unos jóvenes, hasta cuando tienen que lidiar con los problemas y el cansancio inevitable de la vida en pareja una vez cumplidos varios años de casados, en tres películas con intervalos de 9 años en la ficción y en la realidad. Esta vez vuelve a hacerlo en su nueva (y, según declaraciones suyas, su última) película, Boyhood (2014), un ejercicio cinematográfico grande en manufactura y en sentimiento. 


Boyhood sigue la vida de un niño, Mason (Ellar Coltrane) y su familia (su hermana, interpretada por Lorelei Linklater y sus padres, Patricia Arquette y Ethan Hawke), a lo largo de 12 años de vida. Lo que veremos en pantalla son, como su subtítulo en español lo indica, momentos de una vida dentro de un núcleo familiar como cualquier otro. Presenciamos los desengaños, los momentos tristes, las parejas que vienen y van, los momentos alegres, los días con el padre, la escuela; fragmentos de lugares y vivencias, que se van acumulando y al mismo tiempo se escapan cuando el filme avanza. Una crónica sobre la vida, pues al inicio del filme Mason cuenta con 6 años y finaliza cuando entra a la universidad. Lo acompañamos en ese camino no pocas veces sinuoso que es crecer y lo abandonamos aún con mucho futuro por delante. El sentimiento nunca es barato y la nostalgia que provoca, siempre es verdadera.

Se trata de un ejercicio cinematográfico ambicioso. El rodaje, iniciado en 2002 y terminado en 2013, contó con los mismos actores desde el principio hasta el final; los histriones crecieron como sus respectivos personajes. Boyhood fue filmada poco a poco, en 39 días de rodaje repartidos en 12 años; El acuerdo fue juntarse una vez por año, para filmar una nueva etapa de la vida de Mason y su familia.

La experiencia resulta conmovedora, pero nunca fatalista ni sensiblera. Los conflictos que presenciamos en la vida de Mason, son los de una familia relativamente común y corriente, donde los buenos momentos no son engrandecidos por esa manía ensalzadora de la bonhomía, ni los malos condenados irremediablemente. Las tragedias nunca son tan amargas, ni todo tan maravilloso, sino que vemos pasar los sucesos como a menudo pasan en nuestras vidas la mayor parte de los días: cotidianamente. Porque nunca somos tan conscientes, ni el más analítico del mundo, de lo que está pasando en el diario. Los días pasan y hacemos planes, vemos personas y comemos. Incluso los puntos nodales de nuestra existencia pasan en un instante; cuando menos lo notamos, ya estamos en otra parte. Igual pasa aquí: Cuando menos lo notamos, Mason ya luce más alto y se cortó el cabello, su madre tiene más arrugas en el rostro y su padre tiene canas en las sienes.


De esta forma, la sencillez y, hasta cierto punto, la banalidad de la vida de todos los días, se vuelven las principales armas de la película. Atrevo el comentario de que, así como hay grandes productos que evocan determinados tiempos y épocas, Boyhood podría considerarse (obviamente guardando las distancias) una crónica del núcleo típico familiar que ha vivido en la década del 2000, porque todo lo que vemos es común de la primera década del nuevo siglo; niños que viven con un solo padre y ven al otro los fines de semana, que viven con las nuevas parejas que van llegando, que ven Harry Potter y juegan Xbox o Nintendo Wii, que escuchan a Britney Spears y a Lady Gaga. Porque el relato de una década de vida de una familia, también es el relato de la tecnología, de la política, de las nuevas formas de familia. Las personas cambian junto con el mundo. Todo avanza. Todos vamos dejando cosas atrás.

Quizás Boyhood es un filme que funciona mejor visto y entendido en su conjunto, más que por la brillantez de ciertos aspectos individuales. Porque el sabor a entrañable se logra hasta que llega el último plano y comienzan los créditos finales. De la misma forma, la línea es delgada entre el paso normal del tiempo y un cierto ritmo cansino, pero dos factores logran evitar que el filme caiga por completo en este último: la propia pericia de Linklater para impulsarlo cada vez que parece estancarse con un nuevo episodio, y sus propios actores. Ellos lo sostienen por completo y de no ser tan buenos, tal vez el mayor interés de la película recaería solamente en sus doce años de rodaje. Afortunadamente no es así, y todos logran mover las fibras más sensibles del espectador con actuaciones honestas y sólidas (Ethan Hawke y Patricia Arquette, más que increíbles; Ellar Coltrane muy en su papel de un joven algo callado, pero con cierto aire de misterio; y Lorelei Linklater, cumplidora).

A final, Boyhood es un viaje por ciertos pasajes de la vida de una familia, con dosis parejas de nostalgia, sensibilidad, cliché y banalidad. Porque así vivimos todos los días, todo el tiempo; caminando entre vestigios del pasado, en medio de días llenos de emociones y algunos otros que seguramente no recordaremos nunca; entre banalidades de juegos y el día que empacas para irte a vivir otra parte; en medio de la familia y la soledad. Sin embargo, todo eso lo notamos hasta que vemos todo en retrospectiva. Mientras tanto, siempre es “ahora”.

Título: Boyhood
Director: Richard Linklater
Año: 2014
País: Estados Unidos
Actúan: Ellar Coltrane, Ethan Hawke, Patricia Arquette, Lorelei Linklater


viernes, 9 de enero de 2015

Seriales/I: Southcliffe


No cabe duda que la televisión está atravesando una época de esplendor creativo y brillantez artística. A finales de la década pasada, con programas como Lost o House MD., comenzó lo que poco después (y hasta la fecha) sería el estallido de la televisión como el medio idóneo para contar historias emocionantes, interesantes y complejas; la programación ya no se trataba solo de programas de concursos, de revista o películas; ahora teníamos Game of Thrones, Breaking Bad, Mad Men, y muchas otras series que dejaban de ser “tan solo un programa de la tele”, para volverse nuevos referentes culturales, deleitar a su público con tramas complejas, personajes construidos con precisión y producciones de primer nivel, que absorbían elementos tanto técnicos como narrativos que antes nunca se hubiera soñado ver en la televisión, tan solo en una película o un producto más “serio”.

Las series de televisión se han ganado un lugar privilegiado. Dentro de este formato televisivo se pueden encontrar joyas de un valor incalculable; las estadounidenses True Detective, House of Cards, Orange is the New Black, o las inglesas Black Mirror, In The Flesh, Utopía, solo por citar algunas y de las más conocidas. Pero dentro de esta pléyade de joyas televisivas, hay algunas no tan promovidas que, sin embargo, dejan ver de manera evidente que la televisión, dista mucho de ser tan solo una “caja idiota”.


Ese es el caso de la inglesa Southcliffe, algo a medio camino entre serie de televisión y cine de autor. Transmitida a mediados del 2013 por Channel 4 y dirigida por el neoyorquino Sean Durkin, la serie fue presentada incluso en el Festival de Cine de Estocolmo y en el de Toronto, como uno de los grandes estrenos de los eventos. Una serie verdaderamente imperdible. 



Un pequeño pueblo de Inglaterra, supuestamente tranquilo, apartado del libertinaje y las grandes catástrofes, donde sus habitantes se enorgullecen de su apacible y aparentemente sano modo de vida, ve rotas sus apariencias cuando, un día por la mañana, es despertado por el sonido de disparos en la lejanía. Nadie sabe qué ocurre, pero a partir de entonces ya nada volverá a ser igual. Uno de sus habitantes, Steven Morton, un ex-militar anodino y sosegado, ha decidido tomar un rifle y matar a cuanta persona se le atraviese en el camino. La tragedia toma por sorpresa a todos y conmociona el inconsciente colectivo en sus raíces más profundas. Poco después, un reportero llega al lugar a seguir el caso, pero sus propios lazos íntimos con Southcliffe, saldrán a relucir inevitablemente.

Esto es apenas la punta del iceberg. Con Southcliffe, estamos ante un verdadero prodigio de narrativa. En 4 capítulos conocemos varios enfoques del altercado, que nos dan cuenta de la magnitud del suceso y la repercusión del acto en la comunidad entera, más dispuesta a olvidar que a indagar en las raíces del problema. A lo largo del programa, Sean Durkin construye una crónica del drama, un relato casi completo de la calamidad y el dolor que se desencadenan a partir de que uno de sus miembros, ese que se antojaba prescindible y secundario, decide llenar las calles de su pueblo con sangre. Es entonces cuando la idílica y frágil idea que tienen todos del lugar donde viven, se evidencia como no más que una mentira que, una vez llegada la tragedia, obstaculiza la autocrítica y niega la catástrofe, en aras de conservar la apariencia de paz y recato moral.

Un producto arriesgado, sin duda, que sin embargo sale avante en prácticamente cualquier aspecto. El realizador es capaz de manejar la trama con cuidado y elegancia, pintando un cuadro global tanto de los elementos principales como los secundarios; los actores son increíbles, con trabajos interpretativos duros, increíblemente ejecutados; la fotografía, lúgubre y sofisticada a la vez, nos presenta una comunidad deslavada, sumida entre la niebla y el viento; los paisajes brumosos y grises, sirven de encuadre para un relato plagado de dureza, que nunca cae en los excesos del melodrama, sino todo lo contrario, dibuja con precisión las simas que alcanzan los personajes que fueron tocados por la tragedia, ya sea directa o indirectamente, a través de constantes saltos en el tiempo, en un historia no líneal que a menudo vuelve a lugares y momentos que ya habíamos visto, pero contados desde otro enfoque, lo que obliga al espectador a prestar toda su atención desde el inicio y hasta el final de los cuarenta y cinco minutos aproximadamente que dura cada capítulo, dentro de los cuales no hay nada que sobre; ni un solo momento, ni un personaje, ni un encuadre. Tal vez haya cosas que falten (el último capítulo, sobretodo, que podría ser considerado anticlimático luego de 3 capítulos vapuleantes y con algunas cosas interesantes que se antojan poco desarrolladas, lo que evidencia un poco la dificultad de cerrar de manera redonda esta historia) pero no demeritan en nada el trabajo hecho.


Un drama áspero, pasivamente agresivo, contado como la crónica de una catástrofe. Un relato perfectamente equilibrado, que utiliza impecablemente sus elementos para provocar en el espectador justo la sensación que quiere: pesadez e incomodidad. Porque en el pueblo de Southcliffe, donde, según sus habitantes “no pasa nada”, hay un fantasma merodeando las calles, moviéndose sigiloso entre las avenidas y las casas; un fantasma oscuro que se mueve debajo de la piel de todos sus habitantes y aguarda el momento preciso para salir.

Con esto, llegan las preguntas: ¿Acaso el tiroteo fue un caso aislado? ¿Fue de verdad una acción individual, motivada por un instinto psicópata y alentado por la locura? ¿O fue la consecuencia indirecta de las acciones y la forma de pensar de un pueblo sumido en la intolerancia, la mofa, el desprecio y la incomprensión, que se cree recatado y pacífico? Quizás solo fue la reacción lógica de un hombre contenido que, como una olla a presión, con su estallido alcanzó a todo aquel que estaba cerca de él. Quemando a todos aquellos que, sin darse cuenta, sin quererlo, prendieron el fuego y no vieron venir la explosión.


Título: Southcliffe
Director: Sean Durkin
Escritor: Toni Grisoni
Año: 2013
País: Inglaterra
Capítulos: 4
Actúan: Rory Kinnear, Sean Harris, Shirley Henderson, Anatol Yusef, Eddie Marsan, Kaya Scodelario


PD: Como regalo, les dejo un link donde pueden ver la serie completa, subtitulada. Disfrútenla.

http://www.cinedemedianoche.cl/2014/08/miniserie-southcliffe-tv-2013.html

domingo, 28 de diciembre de 2014

Ni largos ni medios: Cortos/VI: Sangre de Unicornio


Últimamente me he vuelto fan de las historias de terror, algunas fantásticas y de ciencia ficción. Mi búsqueda por productos de estas características, me llevó a descubrir el excéntrico e inquietante cortometraje que hoy les presento, en esta, la última entrada del año: Sangre de Unicornio. 



El corto está dirigido por Alberto Vázquez Rico, un ilustrador, novelista gráfico y diseñador gráfico español, colaborador regular de la revista Rolling Stone y el diario El País, que desde su cortometraje Birdboy, basado en un cómic de su autoría llamado Psiconautas y ganador de un Goya, se inmiscuyó en el mundo de la animación, del cual surge su segunda obra, Sangre de Unicornio, presentada con mucho éxito en varios festivales especializados como FANT y Caóstica, de Bilboa, Cans, de Galicia, Animage Festival, de Brasil, y Mórbido, de México.

La historia es sencilla, pero perturbadora: Un par de ositos hermanos salen a cazar unicornios, su presa favorita, pues beber su sangre los mantiene adorables y muy suaves. Sin embargo, en su breve camino salen a relucir los complejos de uno y el trato déspota e inmisericorde del otro, lo que lleva a un desenlace oscuro. Este cortometraje, a pesar de la apariencia cursilona y tierna de los personajes, está impregnado de humillación, mala leche y odio, mucho odio. El contrapunto entre lo tierno y lo abominable puede parecer incluso ridículo por momentos, pero no dejará indiferente. Un pequeño filme muy interesante y disfrutable. 




Ojalá les haya gustado. Compártanlo si les gustó y no olviden darle like a la entrada. Nos leemos entrando enero, gracias por leer y saludos. ¡El 2014 se acabó!


PD: Como extra, les dejo una entrevista con Alberto Vázquez donde habla acerca del cortometraje, su próxima película animada de Psiconautas y el estado de la novela gráfica en España y en general, por si les interesa.




lunes, 15 de diciembre de 2014

Cuentos Memorables/VII: Una voz en la noche


Desde pequeño he leído mucho y hace varios años era fanático de las historias de terror, por lo que tengo varias compilaciones de cuentos del género, de esos libros que se encuentran en los puestos de madera del metro o en los de la calle.


Una tarde mientras estaba aburrido en casa, decidí buscar algún librillo interesante en mi biblioteca, y escarbando en alguna de mis repisas de libros de la infancia, encontré uno titulado Historias Sobrenaturales, de la colección “Desde el terror” de Editores Mexicanos Unidos. En cuanto lo vi, recordé cada una de las historias y una vez que lo releí completo,  me di cuenta cuánto buen material tenía entre mis manos. El cuento que hoy les comparto viene en ese libro y es uno de mis favoritos: Una voz en la noche, del autor inglés William H. Hodgson.



William Hope Hodgson nació en Essex, Inglaterra, en 1877 y es considerado uno de los más importantes precursores de la literatura contemporánea de terror y ciencia ficción. A pesar de haber sido una de las inspiraciones de autores como H. P. Lovecraft, su obra actualmente es poco conocida y su nombre como autor es conocido en muy pocos círculos. En su adolescencia se enlistó en la marina mercante, lo que le permitió viajar por varios lugares del mundo. 8 años después regresa a tierra y se desempeña como profesor de gimnasia y como fotógrafo, al tiempo que comienza su afición de escritor. Desde 1905 comienza a publicar cuentos en varias revistas y periódicos, hasta que su primera novela, La casa en el confín de la tierra (House on the Borderland) aparece en 1908. Posteriormente, publica Los Piratas Fantasma (The Ghost Pirates) en 1909 y su otra obra mayor, El Reino de la Noche (Night´s land) en 1912, donde esboza con gran imaginación un mundo distópico post-apocalíptico en el que la raza humana vive en una gran pirámide metálica, refugiada de monstruos que acechan en el mundo devastado. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, se enlistó en el ejército y peleó hasta su muerte, acontecida en Francia en 1918.

Un escenario recurrente en la obra de Hodgson es el mar, y es ahí donde ocurre el cuento de este día. Una voz en la noche, es el extraño y trágico relato de un misterioso hombre, quien desde las sombras de la noche, les cuenta su historia a unos marineros en altamar, sin dejarse ver porque, según sus palabras, sufre de una aberrante condición… Un gran cuento de horror, que espero les guste. Aquí abajo les dejo el inicio y luego, un link al cuento completo. Disfrútenlo. 



Era una noche oscura y sin estrellas. La falta de viento nos tenía detenidos en el Pacífico norte. No sé cuál era nuestra posición exacta, pues durante una semana fatigosa y jadeante el sol había permanecido oculto detrás de una tenue neblina que parecía flotar sobre nosotros, aunque a veces descendía para envolver el mar que nos rodeaba.

Ante la falta de viento, habíamos sujetado en posición firme la caña del timón y yo era el único hombre que se encontraba en cubierta. La tripulación, que consistía en dos marineros y un grumete, dormía en su camarote de proa, mientras Will -mi amigo y a la vez patrón de nuestra pequeña embarcación- se hallaba en su litera de popa, en el lado de babor.

De pronto, surgió una llamada de entre las tinieblas que nos rodeaban:

-¡Ah de la goleta! -Fue tan inesperada, que la sorpresa me impidió contestar inmediatamente.

Volvió a oírse la llamada; una voz curiosamente gutural e inhumana nos llamaba desde algúna parte del mar tenebroso, por el lado de babor.

-¡Ah de la goleta!
-¡Eh! -grité, después de reponerme un poco de mi sorpresa-. ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
-No teman -contestó la voz extraña, que probablemente había captado cierto tono de confusión en la mía-. No soy más que un hombre... anciano.

La pausa resultó extraña, pero hasta más adelante no le encontraría sentido.

-Si es así, ¿por qué no atracas a nuestro costado? -pregunté con cierta sequedad, pues no me gustaba la insinuación de que me había mostrado un tanto confundido.
-No... no puedo. Sería peligroso. Yo...

La voz enmudeció y todo volvió a quedar en silencio.

-¿Qué quieres decir? -pregunté, cada vez más asombrado-. ¿Por qué sería peligroso? ¿Dónde estás?

Escuché durante un momento, pero no hubo respuesta. Y entonces, un sospecha súbita e indefinida, aunque no sabía de qué, se apoderó de mí. Me acerqué rápidamente a la bitácora y saqué la lámpara encendida. Al mismo tiempo golpeé la cubierta con el tacón para despertar a Will. Luego me aproximé de nuevo al costado y proyecté el haz de luz amarilla hacia la silenciosa inmensidad que había más allá de nuestra borda. Al hacerlo, oí un grito leve y sofocado y luego un chapoteo, como si alguien acabase de sumergir los remos precipitadamente. Pese a ello, no puedo decir que viera nada con certeza, excepto, me pareció, que el primer destello de luz había iluminado algo en el agua, allí donde ahora no había nada…


El cuento completo, en pdf:


Espero disfruten este cuento memorable. No olviden darle like y compartir, si lo vale. Nos leemos. 

PD: En las siguientes páginas podrán encontrar su biografía y datos más profundos de su vida y obra:





miércoles, 10 de diciembre de 2014

De qué va la película/XXII: Birdman (O la Inesperada Virtud de la Ignorancia)


Siempre son valiosas las películas que se atreven a hablarle al espectador directo a la cara, aquellas que buscan un impacto, que saben, calará en ese instante histórico más que en cualquier otro, porque juegan con los referentes del momento, metiendo el dedo en las llagas menos visibles, aquellas escondidas a plena luz.


Esto es Birdman (o la Inesperada Virtud de la Ignorancia). Todo aquí es una bofetada cínica a cada círculo en los que se inserta: de los que viene, en los que está y a los que se dirige. González Iñarritu, en la que es posiblemente su creación más grande (y la que indudablemente será la nueva referencia en la calidad de su obra), no deja títere sin cabeza: ni a la industria del cine, ni a sus espectadores, ni a los actores, ni al espectáculo. Birdman... (Parafraseando a Silvio Rodriguez) es una gran mortificada, para que cuando mortifique no vayan a acusarla. Y se divierte siéndolo. 



He aquí una historia que narra cómo el actor venido a menos Riggan Thompson (Michael Keaton, en una de sus mejores actuaciones en mucho tiempo), quien en el pasado encarnó 3 veces a un superhéroe de una conocida franquicia hollywoodense, trata de llevar a buen puerto una adaptación teatral de un texto de Raymond Carver que él mismo escribe/produce/dirige/actúa, para probarse a sí mismo, y de paso al mundo, que puede hacer algo relevante tanto artística como personalmente, y mucho más profundo que una cinta de superhéroes. A lo largo de la cinta, vemos todos los contratiempos a los que se tiene que enfrentar con tal de cumplir su gran sueño (¿u obsesión?) de demostrar que es más que una simple “celebridad” (tal como lo ningunea cierta temida crítica teatral); a cierto actor genial, pero problemático (Edward Norton, muy en su papel); a su hija recién salida de  rehabilitación (Emma Stone); a la actriz con la que mantiene una problemática relación tras bambalinas (Andrea Riseborough); a su neurótico productor (Zach Galifianakis, actuando de verdad, por increíble que parezca)  y, finalmente, su propio ego e inseguridad, acaso fundidos en uno solo.

Lo que Iñarritu ha hecho con este, su quinto trabajo, es lo que tanto nos prometían sus cintas anteriores: Un filme brillante en todos aspectos. Si bien ya sus precedentes eran muy buenos, con Birdman... su obra cinematográfica emprende el vuelo hacia otros derroteros mucho más demandantes, arriesgados y pulidos en cuanto a técnica, narrativa, discurso y temáticas. Una obra como esta, en donde todos los engranes encajan a la perfección y cada elemento aporta claridad al relato, no debe ser flor de un día, sino una nueva plataforma de exigencia, tanto para los que disfrutamos el cine, como para el que lo ofrece.

Alejandro G. Iñarritu (así firma ahora) ha hecho una historia totalmente coyuntural. Acorde con los tiempos que vivimos, donde las películas de superhéroes, presentadas con bombo y platillo, dominan las carteleras, y los actores y las actrices resaltan más entre más escándalos acumulen, el director se regodea mostrándonos la ingratitud de la fama, el desenfreno y la sordidez que rodea a todo el mundo artístico/del espectáculo (ya entrados en herejías, quizás, acaso, dos caras de una misma moneda) en clave de comedia negra a través de Riggan Thompson (y todos los demás también), un hombre tan lleno de rabia como cualquier otra persona, ansioso de enseñarle al mundo sus maravillosas cualidades extraordinarias, inéditas y recónditas (levitar como nadie, mover cosas con su mente prodigiosa, como nadie, volar incluso…), ansioso de hallarse hasta arriba de la marquesina (y más allá, por encima de todos, en el firmamento) con todos los reflectores apuntando a su cabeza y rodeado de los murmullos de todos los espectadores asombrados por ese instante de grandeza logrado, que, espera, dure para siempre.

Para dar la sensación de acción continua e inmiscuirnos en los ajetrados días de Riggan, el recurso del (falso) plano secuencia le queda como anillo al dedo; la inquieta cámara de Lubezki se mueve como si estuviera viva, llevándonos por todos los recovecos posibles entre el mundo en el que se desenvuelve y su propia mente, acosada por esa voz del superhéroe que encarnó en sus años mozos, su propio alter ego, quien aparte de gritarle arengas cínicas, echarle en cara todas sus carencias e inflar su ego egoísta, le insiste que se deje de ñoñerías artísticas y haga la cuarta parte de Birdman, pues así le dará al público lo que quiere: explosiones y pantallas verdes al por mayor; La ilusión de ir hombro con hombro con el protagonista y vivir en carne propia su frenesí, definitivamente es lograda con esa toma única, ejecutada con maestría.

Mención aparte merece la banda sonora compuesta a percusión limpia por Antonio Sánchez; un impresionante manejo de los objetos musicales (que no sonidos musicales, necesariamente) que le imprime mucha personalidad a la película, acorde con esa línea alocada y difusa, entre golpes suaves de tambor y el descontrol de bombos y platillos, siguiendo los caprichosos cambios de humor del personaje principal.

De esta forma, Birdman (o La Inesperada Virtud de la Ignorancia), es, en un claro e irónico paralelismo con la trama, el propio descontrol de Iñarritu, quien, socarrón y brillante (como su filme), emprende el vuelo hacia ese parnaso de los grandes realizadores, del que ya no se vuelve, pero sí se corre el riesgo de despeñarse fácilmente. Ojalá siga por los aires, para fortuna suya y deleite nuestro.  

Título: Birdman (Or the Unexpected Virtue of Ignorance)
Director: Alejandro G. Iñarritu
Año: 2014
País: Estados Unidos
Actores: Michael Keaton, Emma Stone, Edward Norton, Andrea Riseborough, Zach Galifianakis,  Naomi Watts