Los
gustos temáticos preferidos de quien esto escribe suelen ser oscuros. No soy un
gran aficionado de las historias “felices”. No las desdeño, me agradan, pero
siempre prefiero las historias nocturnas. No lo digo con orgullo o con una
vanidad pretenciosa que ansía los temas profundos y pesados, solo son mis
gustos. Hablaré alguna vez sobre eso con algún experto. Entre todos los libros
o películas que suelo consumir, por supuesto que hay algunos más depresivos o
grises que otros. Ese es el caso del libro que hoy les comparto: Aquí abajo,
una novela del autor mexicano Francisco Tario. Pásenle, pásenle.
Francisco
Tario (México, 1911 - Madrid, 1977) fue un escritor prácticamente desconocido
en su época. Al no apegarse a los esquemas narrativos dominantes de los años 40
(que tendían al realismo), década a la que perteneció en su juventud, tuvo que
mantenerse como una rareza, como una curiosidad que se encontraba rascando las
piedras. De haber sido otro su destino quizá sería tan reconocido como Juan
José Arreola o Juan Rulfo.
Su
producción literaria, que consiste en su mayoría de cuentos y de unas cuantas
novelas, se mantuvo casi en el anonimato, sus lectores nunca fueron tantos y
eso le otorgó el estatus de escritor de culto. Su obra no se conseguía
fácilmente, siempre estuvo casi oculta. Aquí abajo es quizá el caso más extremo
de la dificultad en la adquisición de su obra. El libro solo tuvo una edición,
publicada en 1943 por la antigua librería Robredo, pero los ejemplares solo
acumulaban polvo y desaparecieron de las estanterías luego de un tiempo.
Encontrar aquellas primeras ediciones es hasta la fecha toda una hazaña. A
partir de entonces, la novela solo podía conseguirse en copias que rondaban de
mano en mano en circuitos demasiado ocultos y subterráneos. No fue sino hasta
el 2011 que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, CONACULTA, decidió
reeditarla dentro de su colección “Singulares”, que se inscribe en una
iniciativa de recuperación de la memoria literaria mexicana.
Aquí
abajo es una novela extraña, de esas que no se encuentran a menudo. Cuenta la
historia de Antonio y Elvira, un matrimonio de clase media con dos hijos que apenas
sobrevive. Y no exactamente debido a problemas económicos, sino a su propio
vacío existencial que raya en el absurdo, en lo contradictorio; un vacío que
cuando no está en las cimas está en los abismos.
El
desarrollo de la historia es angustiante; todo resulta opresivo. Cuando no es
la vida familiar, el trabajo, su entorno social o la iglesia (lo externo), son
sus pensamientos, sus propios sentires (lo interno). El afuera y el adentro se
funden en una experiencia perturbadora, intranquila. Con esto no quiero decir
que pase demasiado a lo largo del libro. Todos los puntos nodales de la trama
no salen de experiencias humanas hasta cierto punto cotidianas, ni a las que no
todos estemos expuestos. Ahí radica el problema de todo: que nada es
extraordinario. Las situaciones que enfrentan los protagonistas no se
resolverán con un artefacto mágico, ni culminarán con el fin de una búsqueda:
lo que buscan, (la redención, la paz) no existe, no está: ¿Cómo escapar de la
cotidianeidad y sus monstruos torcidos, pesados, lúgubres? ¿Cómo sobrevivir a
la orfandad en un mundo huérfano?
La
ejecución de la novela resulta muy cercana al realismo mágico, que tendría su
explosión en la década de los 60. La fuerza de la narración radica en su
nihilismo descarado y en las imágenes que dibuja con palabras. Los personajes
viven en una sociedad incomprensible, que los cerca con prohibiciones,
contratos, deberes, responsabilidades; sus cabezas, por consiguiente, se llenan
de prisiones, se confunden con toda la cantidad de cosas que deben atender: una
relación, una infidelidad, un trabajo, dos hijos, un dios.
Todos
estos dilemas recaen y se acentúan en el personaje de Antonio, (el
protagonista, podría decirse); su figura encarna la angustia y el desencanto de
la vida en una de sus expresiones más fieles, más terribles. Sobre sus hombros
cae el peso del cansancio por la existencia misma. Si hay alguien cansado de
existir, es Antonio. Eso lo vuelve un personaje por momentos detestable; su
amargura no cesa, todo es gris ante su mirada. Exaspera su pesimismo, su
actitud dubitativa. Antonio es un hombre pesado. Incluso leerlo, pesa.
En
Aquí abajo no hay lugar para la piedad. La novela se desembaraza de cualquier
atisbo de luz que pudiera asomarse en el cielo oscuro que presenta. No hay nada
más que cansancio, tristeza, amargura, ironía siniestra, bromas macabras,
pecado, pesadillas; ausencia de dioses, de luz, de oxígeno, de cambio. Todo
permanece inamovible. Y en el lóbrego mundo escrito por Tario, cuando por fin
se mueve, se destruye.
Encuentren
un tiempo en su agenda y disfruten de la gran novela que Francisco Peláez Vega,
alias Francisco Tario, nos dejó como legado. Un escritor que nació póstumo.
A
continuación les comparto un fragmento muy pequeño de la obra.
"Pero un día, un irremediable día
sin fecha fija, todos los hombres querrían darse cuenta de ello, se pondrían de
acuerdo, abandonarían los lienzos y las plumas, los martillos y el papel
higiénico, tomarían aliento, abrirían las bocas, se levantarían en puntas y
lanzarían el grito más espantoso y dilatado de que se tiene memoria.
Ese gran día merecería la pena vivirlo.
Ese gran día merecería la pena vivirlo.
Difícilmente la Tierra, o lo que fuera,
alcanzaría a soportarlo. Y todo se vendría al suelo -o en tal caso al vacío-
como una catedral mal construida, al tronar fuerte el órgano. La Humanidad
perecería a gusto. Todo habría sido un fracaso. Y Dios volvería a extender su
prodigiosa mano sobre el azul infinito y yacente y surgiría de la Nada un nuevo
mundo: un mundo de esta o de la otra forma en el que, ¡quien sabe!, tal vez
fuera posible no gritar más; y reír con todas su fuerzas; y sentarse en el
inodoro sin cerrar la puerta."
También
les dejo este ameno e interesante texto publicado en Letras Libres acerca de la
vida y la obra de Francisco Tario, por si les interesa conocer la historia de
este escritor fantasma. Disfruten.
No
olviden darle like a la entrada y compartir. Gracias por leer. Saludos.
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