domingo, 10 de noviembre de 2013

Textos/VIII: Final


Todo cae y muere,
como las hojas en Otoño,
al frío asfalto del olvido;
todos pasan por encima, las pisan o las echan a un lado,
son hojas muertas, que vivieron algún día,
pero hoy se apilan, bajo el árbol que les dio vida.

Así acaba todo,
se va secando poco a poco;
sin prisas ni pausas, se va volviendo poroso,
absorbe las aguas que lo diluyeron;
desgastado, se hincha de aquello que mata,
e incapaz de moverse, solo se queda. Y espera.

La miseria, lenta agonía
que infecta como un cáncer, que se extiende
como la hiedra y no conoce límite;
no puedes suplicarle, pues es sorda,
no puedes demostrarle, pues ojos no tiene;
solo tiene puños, y una sonrisa sin dientes.

Poco queda después
bajo los escombros, solo humo y polvo
se divisan tras el terremoto;
las vigas son pesadas para levantarlas solo.
Y así comienza la decepción. Y así comienza la soledad;
el andar eterno del triste peregrino.

En silencio, va llegando el ocaso,
las flores se cierran, todo duerme. Quizás no despierte;
mañana habrá sol de nuevo, o eso nos prometen;
nadie sabe realmente si se iluminará el Oriente.
Mientras tanto, la oscuridad se adueña de cada rincón;
Y así, también la luz, cae y muere.




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